Ópera «Suor Angelica», de Giacomo Puccini, en Iglesia de Los Sacramentinos

Suor Angelica está ambientada en Italia durante la segunda mitad del siglo XVII y trata sobre la vida de una mujer noble que tras ser madre termina recluida en un convento de monjas cercano a Siena. Allí lleva una vida de penitencia en la búsqueda de la redención y también de noticias acerca del destino de su amado hijo. La obra fue montada en la cripta de la iglesia de Los Sacramentinos, en Santiago, bajo la dirección del buinense Nicolás González, quien estuvo a cargo de ocho músicos y catorce actores-cantantes.

Los primeros días de mayo asistimos ayer a la presentación de la ópera «Suor Angelica», de Giacomo Puccini. La obra fue montada en la cripta de la iglesia de Los Sacramentinos, en Santiago, bajo la dirección del buinense Nicolás González, quien estuvo a cargo de ocho músicos y catorce actores-cantantes.
Bellísima obra y un profesional montaje.

Así como se sale de una sala con un sentimiento de frustración cuando no se cumplen las expectativas que se tenían de la obra, lo mismo ocurre cuando la situación es la contraria, o sea, cuando la obra resulta ser muy superior a la idea con que uno entró a la sala. Pienso que este es el caso y me parece necesario comentarlo por el significado que puede tener para el desarrollo de las artes en nuestro país.

A través de la prensa (que probablemente se basó en algún comunicado entregado por el equipo de producción de la obra) nos enteramos de que se trataba de «ópera corta», una «puesta en escena sencilla, pensada en un público transversal y familiar», de un «proyecto» (una cosa que se piensa hacer), «a cargo de profesionales emergentes” y, como un valor, que se trataba de un elenco «compuesto exclusivamente por mujeres».

 

Estas características, presentadas probablemente a causa de un ánimo de modestia, formaron expectativas que no se cumplieron. Veamos por qué.

El que sea una ópera corta no depende de este montaje y ningún director podrá hacer algo para cambiarlo. La obra fue creada así por Puccini, entre otros motivos, porque forma parte de una trilogía.

Decir que se trata de una «puesta en escena sencilla» podría tener relevancia si se quiere señalar que el montaje no cuenta con una orquesta sinfónica ni coros, cosa que convendría decirla con esas palabras, especialmente porque, al estar ambientada en un convento de monjas, de poco servirían otras sofisticaciones, como un vestuario exuberante o un decorado imponente. La sencillez en este caso, es parte integrante de la obra.

Hablar de un público «transversal» o «familiar» siempre me ha parecido un desprecio a las capacidades y necesidades de todo el mundo para apreciar y disfrutar de una obra, como si hubiera cierto público que solo puede apreciar obras sencillas. Esas definiciones podrán tenerse en cuenta a puertas cerradas, mientras se definen las características de la forma en que se montará un trabajo, porque ciertamente se deben tener en cuenta las motivaciones del público al que se ofrecerá, pero creo que decirlo públicamente no corresponde.


Hablar de un «proyecto» estará bien cuando se trata de un trabajo que no está del todo completado o que tiene algo de experimental o del que se desconoce el resultado. Ninguna de estas situaciones se dio en esta presentación. Por el contrario, se trató de una obra completa, bien pensada, bien ejecutada y perfectamente reproducible en cualquier momento o lugar.

No vi tampoco «profesionales emergentes». Por el contrario, los participantes son músicos y cantantes que ocupan diariamente puestos de bastante relevancia en orquestas y cuerpos de canto nacionales, partiendo por el director González, quien hizo una muy buena carrera en nuestro país y la ha continuado en forma destacada en Argentina y Brasil. Basta con ver el alto nivel con que se interpretó el aria «Senza mamma» para concluir que de «emergente» no había nada.

Finalmente, por tratarse de una historia que transcurre en un convento, donde residen monjas, no parece necesario destacar que el elenco está compuesto por mujeres.

“Suor Angelica” está ambientada en Italia durante la segunda mitad del siglo XVII y trata sobre la vida de una mujer noble que tras ser madre termina recluida en un convento de monjas cercano a Siena. Allí lleva una vida de penitencia en la búsqueda de la redención y también de noticias acerca del destino de su amado hijo.

El rol protagónico de “Suor Angelica” estuvo a cargo de la soprano Sonia Vásquez, con un cuidado desempeño, tanto en su línea vocal como en el manejo dramático del personaje. Algo parecido apreciamos en el resto del elenco. El vestuario fue bien logrado. La acústica y ambientación que ofreció la cripta de la emblemática iglesia resultaron perfectas. La comprobación de todo lo dicho fue el nutrido aplauso que el numeroso público asistente brindó a los artistas (incluyendo los destemplados rechiflidos).

Volviendo a lo planteado antes. Es importante no perder las proporciones y presentar el trabajo artístico nacional con una visión ajustada a sus valores, de lo contrario, difícilmente el público se sentirá atraído a la cartelera. La observación parece relevante ante el creciente aumento de producciones que hemos visto florecer en el país durante la última década, muchas de ellas a cargo de talentosos jóvenes artistas.

Rodolfo Silva.
CCNH Paine.