La música atonal puede producir más placer del que creemos.

Una de las cuestiones que las disciplinas relacionadas con el arte y la música han intentado responder es por qué la música puede provocarnos emociones tan intensas. De hecho, filósofos como Eduard Hanslick conceden a la música una superioridad emocional sobre el resto de las artes, quizás por su influencia fisiológica sobre nuestro sistema nervioso.

Parece imposible que alguien no se emocione escuchando el aria Nessun Dorma de la ópera de Turandot, de Giacomo Puccini, o una sinfonía de Beethoven.

Pero ¿qué sucede con la música contemporánea?

Una de las cuestiones que las disciplinas relacionadas con el arte y la música han intentado responder es por qué la música puede provocarnos emociones tan intensas. De hecho, filósofos como Eduard Hanslick conceden a la música una superioridad emocional sobre el resto de las artes, quizás por su influencia fisiológica sobre nuestro sistema nervioso.

Máximos niveles de emoción

La música integra experiencias físicas, cognitivas y afectivas, siendo la emoción una de las características más salientes; y así lo revelan diferentes investigaciones, que han mostrado que por medio de la música se alcanzan los máximos niveles de emoción, por delante de las actividades deportivas, la gastronomía o la actividad sexual.

La música siempre ha estado, y está, presente en nuestras vidas, especialmente en aquellos momentos más emotivos y socialmente relevantes. No hay duda de que la música refuerza e intensifica las emociones que sentimos no solo en la vida ficticia, sino también en la realidad. ¿Cómo sería una película sin música?

Es indiscutible la relación entre la música y la emoción y podemos decir que su estudio es interdisciplinar, ya que en él confluyen los campos de la psicología, la música, la filosofía, la educación, las neurociencias y, por tanto, es desde esta dimensión multidisciplinar desde donde debemos explorar y abordar el emocionante mundo de la música.

Mi experiencia como intérprete de flauta travesera me llevó a interesarme, hace ya varios años, en la emoción y el placer que nos produce la música. El hecho de poder tocar dentro de una orquesta sinfónica me ha dado la oportunidad de experimentar una intensa respuesta emocional, muchas veces indescriptible, y me surgían interrogantes en torno a esos momentos concretos de la música que nos hacen estremecernos.

Rechazo a la música atonal

Pero estas cuestiones adquieren especial relevancia con la música atonal, más comúnmente conocida como música contemporánea, y que socialmente provoca cierto rechazo.

Antes de adentrarnos en el tema de las emociones en la música contemporánea, consideramos importante y necesario explicar, de manera sintetizada, los conceptos de música contemporánea, atonalidad y su diferencia con la tonalidad.

Con el término música contemporánea solemos referirnos a un tipo de música concreto, de tradición “clásica”, que no responde de manera exacta al vocablo contemporáneo, que incluiría cualquier estilo de música del tiempo actual. De ahí que prefiramos la utilización de la expresión música atonal para hacer referencia al estilo musical que surge como ruptura con el sistema de la tonalidad reinante durante casi cuatro siglos.

Diferencia entre tonalidad y atonalidad

El sistema tonal o tonalidad es el predominante en la música occidental desde 1650 hasta principios del siglo XX, y está basado en la organización jerárquica de los sonidos de la escala. Aunque la escala del sistema occidental está compuesta por doce sonidos, el sistema tonal utiliza principalmente siete sonidos (Escala básica: do-re-mi-fa-sol-la-si-do).

Dentro de esta escala, unos sonidos son más importantes que otros, existiendo una nota central de atracción denominada tónica (de ahí, el término tonalidad), en torno a la cual giran el resto de los sonidos de la escala, cada uno de ellos con funciones diferentes (de reposo, energía…). Así, un oyente puede intuir o predecir cuándo la música llega a su fin o qué sonido sigue a otro, como se muestra en este vídeo:

En esta charla (Ted Talks) de Benjamin Zander podemos ver un ejemplo del fenómeno que hemos comentado de adivinar (predecir) el final de una frase musical, independientemente de nuestro conocimiento musical.

Sin embargo, la atonalidad (a=negación; sin tonalidad) implica la ruptura con este sistema jerarquizado. De manera que todos los sonidos tienen la misma importancia, no existiendo relaciones funcionales entre ellos. De ahí que pueda resultarnos un estilo caótico. Arnold Schönberg fue uno de los primeros compositores en abandonar la tonalidad.

Para comprender mejor estos conceptos musicales podemos establecer una similitud con la gramática del lenguaje. Dentro de una frase, las palabras tienen un orden (o jerarquía) de manera que, si lo alteramos no siguiendo las leyes gramaticales de nuestro idioma, podremos reconocer las palabras, pero nos resultará difícil la comprensión y el significado del discurso.

Una investigación aún escasa

La mayoría de los estudios sobre música y emoción se han centrado en la llamada popularmente música “clásica”, y más concretamente en la música tonal. Sin embargo, la investigación con música atonal es escasa y más todavía en el campo de las emociones.

Este tipo de música, que tal y como comenta Ross en su libro El ruido eterno “a muchos les suena a ruido”, parece entrañar una mayor dificultad para provocar emociones positivas tanto entre el público como entre los intérpretes.

La música atonal nació a principios del siglo XX y se caracteriza por la ruptura con el sistema tonal en el que estamos enculturizados (del inglés inculturation= enculturación/inculturación). Son varios los autores que advierten la complejidad de esta música para su audición, su comprensión e interpretación. De ahí quizás la tendencia a calificar esta nueva música de más cerebral y menos emocional.

¿Es emocionalmente incomprensible?

Y, aunque algunas corrientes filosóficas han llegado a considerarla como una música incapaz de expresar emociones y, por tanto, emocionalmente incomprensible, no por ello podemos afirmar que la música contemporánea (o música atonal) se haya desinteresado por el aspecto emocional.

De hecho, no debemos olvidar que la atonalidad nació como ingrediente esencial de la música expresionista, estilo surgido a partir del expresionismo en literatura y pintura, que pretendía ser una nueva forma de expresión y de lenguaje por medio de los cuales plasmar a través del arte las realidades humanas de una manera más expresiva.

De ahí nuestro interés en realizar una investigación en la que abordáramos la evolución de los aspectos emocionales durante el estudio de una pieza atonal para instrumento solo (entre otras obras, Sequenza I para flauta travesera, de Luciano Berio; In Freundschaft, de Karlheinz Stockhausen; De profundis para acordeón, de Sofiya Gubaidulina; Variation über das thema eSACHERe para violoncehlo, de Cristóbal Halffter) con 58 estudiantes de diferentes especialidades instrumentales de conservatorios superiores de todo España.

En este estudio pudimos comprobar que los sentimientos iniciales de incomodidad y frustración entre el alumnado durante la primera fase de la investigación se transforman en emociones más positivas hacia esta música una vez estudiada la obra.

Se sabe que las reacciones a la música son el resultado de un proceso cognitivo y que la música contemporánea necesitará de un proceso de asimilación y acomodación a nuestros esquemas mentales (es decir, a nuestra mente enculturada y “educada” en el sistema tonal) que se consigue gracias al estudio.

Quizás también estos son los motivos por los que, en esta misma investigación, encontramos que los estudiantes prefieren ser intérpretes y no oyentes de este tipo de música. El hecho de escuchar la pieza sucesivamente durante el estudio les permite familiarizarse con la obra y conseguir una mayor comprensión, además de una respuesta emocional positiva.

Música y sentimientos positivos

Sin embargo, aunque en general la música se relaciona con los sentimientos positivos, no debemos olvidar que las emociones tienen una doble valencia –positiva y negativa– y que, por tanto, las emociones de valencia negativa hacia la música también implican una respuesta emocional.

De hecho, es difícil que cualquier tipo de música que escuchamos por primera vez pueda conmovernos o provocarnos una intensa respuesta emocional, ya que esta está configurada por la cognición o conocimiento de la obra. De ahí que la audición continuada aumente la familiaridad y, por tanto, una emoción más intensa y positiva.

Los resultados de nuestra investigación pueden ayudarnos a mostrarnos más receptivos hacia otro tipo de gramáticas musicales a las que no estamos tan acostumbrados y que no por ello deben calificarse de incomprensibles emocionalmente.

No debemos olvidar las reacciones de los oyentes en estrenos de obras de Beethoven, Rossini o La consagración de la primavera, de Igor Stravinsky, compositores, todos ellos, contemporáneos de su tiempo.

Quizás, realizando sucesivas audiciones de una misma pieza contemporánea consigamos una mayor comprensión y una emoción más positiva hacia este tipo de música, tal y como nos ha sucedido con la música de nuestros antepasados y como refieren los estudiantes de nuestro estudio.

Pero, independientemente de la emoción y del tipo de melodía, disfruten del apasionante mundo de la música.

Arantza Almoguera Martón
Profesora Ayudante Doctora en Didáctica de la Expresión Musical, Universidad Pública de Navarra

Publicado originalmente en el sitio web theconversation.com