“La novia no pase por sí misma el umbral de la casa, sino que la introduzcan en volandas: porque entonces no entraron, sino que las llevaron por fuerza”.
Así describe Plutarco en su obra “Vidas paralelas” el episodio conocido como el “Rapto de las Sabinas”. Ávido de encontrar mujeres para su pueblo, Rómulo organizó una fiesta a la que asistieron diferentes pueblos, entre ellos los sabinos.
Durante el convite los romanos raptaron a sus mujeres y así comenzó su historia que ha quedado custodiada para la posteridad en diferentes obras artísticas, como esta escultura realizada por Juan de Bolonia conocido como Giambologna.
Parece que dicha obra no respondía a ningún encargo sino que el propio Giambologna quería poner a prueba sus dotes artísticos sacando a relucir todo su virtuosismo.
En línea serpentinata las figuras se retuercen en una explosión de contrarios: la lucha de la mujer contra la victoria del hombre, la vejez de la figura postrada a los pies frente a la juventud del personaje que agarra a la sabina, la mirada de triunfo frente a la desesperación.
Los músculos de los cuerpos se tensan, las facciones de la cara muestran la incredulidad y la furia.
Es también una escultura de miradas, porque entre el retorcimiento de las figuras sobresalen los sentimientos detrás de ellas y porque es una obra hecha para ser mirada desde diferentes puntos con resultados muy dispares.
Juan de Bolonia recibió de Miguel Ángel la lección de realizar estudios previos de sus obras e, igual que hizo el genio, de un solo bloque de mármol sacó una vida capturada para la eternidad.