Historia de la ciudad de San Bernardo

Raúl Besoain Armijo.
Marciano Ediciones, Santiago, tercera edición, 2023; 370 pp.

Las historias locales pueden parecer un género menor de la literatura historiográfica, pero tienen el mérito de que su objeto de estudio tiene una cercanía emocional con una comunidad local concreta, ofreciendo la posibilidad -a los vecinos de ésta- de asociar el lugar en dónde viven con las distintas y sucesivas situaciones que a lo largo del tiempo ocurrieron en ese mismo lugar; situaciones históricas que pueden así asociar con distintos aspectos visibles de su paisaje comunal. Todo lo cual alimenta su sentido de pertenencia a su comunidad, reforzando su identificación con ella; lo cual es especialmente relevante en el aprendizaje escolar.

LA PLAZA DE ARMAS DE SAN BERNARDO

Eso -y otras sorpresas- es lo que se trasluce en esta historia de San Bernardo, escrita por el profesor de historia y geografía Raúl Besoain Armijo (RBA), socio de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía y miembro de una antigua familia sambernardina, quien narra cómo se fueron poblando los antiguos Llanos de Lepe desde épocas prehispánicas hasta la explosión demográfica de hoy día, en que la antigua Villa de San Bernardo ha quedado subsumida por la conurbación de la megalópolis santiaguina.

En la historia narrada por RBA destacan especialmente tres momentos:

Uno, el momento fundacional de San Bernardo (primero con la categoría de villa y despues con la de ciudad), en el que prima la visión utópica subyacente que tenía el fundador de San Bernardo, Domingo Eyzaguirre (DE). Este tenía detrás de sí el prestigio de haber sido el que había concluido la construcción de los canales que trasladaban las aguas desde el Río Maipo al Río Mapocho y, por consiguiente, a las llanuras intermedias, entre ellas los Llanos de Lepe (en dónde se va a quedar situado San Bernardo); estas obras habían sido iniciadas por orden de Don Pedro de Valdivia y se reiniciaban, a lo largo de las décadas colonial/monárquicas, cada vez que ocurrían sequías en el país, siendo DE quien logró terminar de construir los canales por especial encargo del Gobernador Ambrosio O’Higgins. Estas obras de irrigación permitieron el desarrollo de la agricultura en los llanos al sur de Santiago, y en uno de ellos soñó con fundar (y logró que se legislara y se promulgara como ley de la naciente república) una ciudad autosustentable, casi autárquica, en la cual todo lo que consumieran sus vecinos debía estar producido en ella: tanto los alimentos como el vestuario y los materiales de construcción, entre otros productos; con su propia banca dadora de empréstitos (Monte de Piedad) y su propio curato (luego parroquia); todo ello con un diseño urbanístico tipo damero con trece calles. Esta utopía de crear una ciudad que se bastara a sí misma, lo que podríamos llamar el utopismo sambernardino-eyzaguirriano, la fue tratando de realizar DE en la década del 20 del Siglo XIX, logrando dar vida en esta década y en la siguiente a una nueva realidad urbana pero en la que no hubo tal autarquía comunal sino que quedó inserta en la dinámica del resto del país. No se realizó a cabalidad lo soñado por el fundador, pero se hizo lo que se pudo: fundar la segunda ciudad de la Provincia de Santiago y la primera netamente republicana, independentista y o’higginiana del Chile emancipado.

El FUNDADOR

Dos, el momento estructurador del espacio inmediatamente al sur de Santiago: desde 1834 y hasta fines del Siglo XIX San Bernardo fue la capital del Departamento de La Victoria, cuyo territorio se extendía por el norte hasta el Zanjón de la Aguada, por el sur hasta el Río Maipo, por el oeste hasta los cerros que están al poniente de Maipú y por el este hasta el límite con Argentina, en la Cordillera de los Andes. Departamento entonces organizado territorialmente en 16 subdelegaciones y que sirvió como la matriz político-administrativa de todas las comunas que se fueron creando en este territorio.

Tres, el momento del esplendor artístico-cultural de San Bernardo, durante las dos primeras décadas del Siglo XX, tiempo en que convergieron y se refugiaron en esta localidad muchos de los escritores y artistas que destacaban en el Chile de entonces, coincidentemente con el hecho de que San Bernardo siguió siendo el lugar de veraneo predilecto para la gente más acomodada de la sociedad santiaguina.

Durante sus dos siglos de existencia, San Bernardo ha sido la puerta de entrada del Gran Santiago desde el sur y ha estado marcada fuertemente por tres ejes: el agrícola, el militar y el ferroviario. Muchos de las frutas, verduras y carnes que han alimentado a los chilenos se han producido en la tierra sambernardina. Varias unidades militares han echado raíces en ella: infantería, caballería, aviación. Los trazados ferroviarios y la Maestranza Central de Ferrocarriles de Chile han sido centrales en su desarrollo como ciudad.

Y de la narración de RBA no podemos dejar de mencionar otros elementos que para este autor son muy importantes y que muestran a San Bernardo como un refugio de intelectuales y artistas (y también de conspiradores políticos). Para terminar esta reseña, no podemos dejar de registrar la contraposición entre el utopismo testarudo de un DE que no cejó de empeñarse en su proyecto y que creó una ciudad en un secano y el utopismo iluso de unos jóvenes escritores y artistas que hace 120 años quisieron hacer en ella una Colonia Tolstoyana que resultó un absoluto fracaso pero que fructificó en dos décadas de bollante actividad cultural. Es el empecinamiento voluntarista respaldado por la experiencia y los méritos técnicos versus un utopismo fantasioso sin cable a tierra alguno. Un utopismo que merecer ser objeto de estudio de nuevas investigaciones historiográficas.

Pedro Banoviez Cominetti
Provincia del Maipo/antiguo Departamento de La Victoria
Julio de 2025.