La segunda semana de marzo, se dio inicio a la temporada 2023 del Concierto Dominical con un recorrido por la ópera dramática chilena (Letelier, Salas) y europea (R. Strauss, Glinka, Donizetti, Mozart), con énfasis especial en Verdi. Una magnífica muestra de bel canto a cargo de la soprano dramática Raisa Johnson y el bajo barítono Pedro Alarcón. El maestro Claudio Oliva acompañó en el piano.
¿Qué ha permitido que “El Rodeo”, de Luis Durand, sea leído más de noventa años después de su publicación, especialmente, si se tiene en cuenta que se trata de un cuento cuyo vigor literario, su categoría como cuento, han sido ampliamente superados en el tiempo? Revisemos algunas ideas.
Los escritores crecen en una tierra, florecen en ambientes culturales ricos, donde antes hubo otros escritores. No es ese el caso de Durand.
Desde la Conquista hasta la Colonia, llegaron a Chile sólo soldados y clérigos. Nuestra tierra, lejana y bélica, no permitía más. Poco espacio había para lo que algunos llaman «voluntad imaginativa». En un medio literario pobre como el chileno de aquella época no pudo existir más que la crónica, la de aquellos que querían contar, en lugar de inventar. Por múltiples razones, no hubo espacio para el cuento. La libertad de imprenta, por ejemplo, otorgada en América recién en 1810, facilitó la publicación de la primera novela americana recién en 1816 (México).
En el Chile independiente quienes escribieron fueron en su mayoría periodistas-escritores, más periodistas que escritores. A mediados del siglo XIX, nombres como José Victorino Lastarria, José Joaquín Vallejos (Jotabeche), dan inicio al costumbrismo latinoamericano, inspirado en el costumbrismo español, sin que deje se ser esa una labor periodística, que no incorpora la ruptura de los límites de la descripción, aquella que no recurre a la inventiva. Pasan los años y las narraciones siguen siendo cuadros de costumbres bien pintados, que incluyen el lenguaje coloquial y, con notas de humor y picardía, giran en torno a prácticamente las mismas ideas: la superioridad moral de la vida rural frente a la capitalina, las bondades de los patrones de fundo o la minería. No hay esfuerzos por crear perfiles psicológicos, caracteres especiales, alcanzando a ser solo testimonios naturalistas.
Se considera a Baldomero Lillo (1867-1923) como el primero en dar impulso al cuento chileno. Con cuentos realistas, amplía la observación de la realidad y construye tramas originales y elaboradas, y es el primero en dedicarse exclusivamente a la escritura inventiva. “Sub terra” (1904), “Sub sole” (1907) son un nuevo punto de partida. Sin embargo, su escritura no es bien recibida y se dice que “caricaturiza la realidad para patentizar las injusticias de los poderosos.” Nada cambió, entonces. Mientras tanto, fuera de Chile, en el resto de Hispanoamérica y en Europa, surgen grupos literarios: Modernismo, Ultraísmo, Futurismo, Dadaismo, Surrealismo. Los grandes escritores invaden los espacios.
Hacía 1920 surgen en nuestro país algunos nombres notorios, Neruda, Mistral, Huidobro. En el cuento, sin embargo, solo revive el criollismo de décadas anteriores, que no ve más que el paisaje natural y la geografía. Quien lidera esa tendencia es Mariano Latorre, maestro de Luis Durand.
Volvamos ahora a la pregunta inicial, la de los más de noventa años.
Lo que hoy pervive, sin lugar a dudas, es la fuerza con que “El rodeo” hace evidente un sentido de pertenencia y una identidad nacional en el Chile de hoy. Quienes vivimos en el campo chileno podemos reconocer en la vida diaria el paisaje, el carácter y las costumbres descritas magníficamente por este traiguenino, quien, desde tierras alejadas, en medio de pueblo araucano, extiende un lazo que llega a la zona central y más allá, con el caballo, con los aperos de este, con el arpa y la tonada, con el enamoramiento y la altiva fatalidad del huaso.
(Publicado en la revista Todo Paine de Marzo de 2023)
(Hemos conservado aquí la forma del texto tal como fue publicado en 1929. La ilustración es original de la Federación del Rodeo Chileno)
EL RODEO
Luis Durand
Amanecer. Sol radioso de Diciembre. Brisa olorosa a pastizal maduro. Frescor de rocío junto a las alamedas, a cuyos pies se desliza con suave rodar el agua de las acequias, oculta bajo las tupidas matas.
Pedro Juan tiene el Bayo amarrado del jaquimón en la esquina del rancho. Bajo la pequeña ramada, el Tafetán, el otro corralero que hace la pareja, devora triturando con sus poderosos dientes el pasto jugoso de que está llena la canoa. Verdes están los potreros. Las elevadas siluetas de los álamos se yerguen con suave ondulación en las ramas altas. El sol pone su luz dorada entre cada sombra que se alarga temblorosa sobre el suelo. El mozo está tusando su animal. Lo hace con cuidado, poniendo todo su amor propio en ello. El que tiene fama de ser el mejor peón para la media luna, debe cuidar que su caballo vaya tan bien presentado como sus arreos de montar.
-Hay que ponéle mucho empeño- se dice para sus adentros. – Esta tarde veremos quién es más pión. A ver si el mentao Baudilio es tan afamao como dicen.
Abstraído en su pensamiento y preocupado de su trabajo, ha olvidado al otro caballo, que de pronto da un fuerte estornudo, coceando satisfecho.
-¡Por la setenta! ¡Que soy bien caballo yo tamién! Por tar pensando vanidaes me le había olvidao este chuzo. ¡Vení pa acá, tragón! ¡Te llenaste como un costal! Así no vay a poder ni trotar en la media luna.
Ha puesto el bozal al caballo, hermoso animal de pequeña y erguida cabeza con enormes ojos inteligentes. De regular alzada, es vivo de movimientos. A un ademán del hombre que lo amenaza con la punta del ramal, se revuelve estremecido de energías con las fauces resoplantes. Amarrado junto al tranquero, vuelve a ratos la cabeza hacia la canoa llena de pasto que lo llama con su aroma deleitoso.
EI frescor de la mañana ha ido disminuyendo. Todo el campo está ardido bajo los rayos abrasadores del sol. Algunas gallinas espatarradas bajo los perales, picotean la tierra, revolcándose voluptuosas bajo el follaje. Cerca del rancho unos patos negros, con ojos ribeteados de sangre, disfrutan felices del barro de una acequia. Mueven la cola con todo el cuerpo sacudido para levantar después la cabeza y hacer un huiii… huiii, embriagados de placer. Después un cá cá cá… amplio y alegre es la máxima expresión de su felicidad.
Terminados ya todos sus preparativos, va ahora el mozo ataviado con sus mejores prendas de vestir, a través de las largas alamedas, al tranco de su airoso caballo bayo. Lleva del jaquimón al Tafetán, que, buen cabestreador, marcha a su lado con trancos ligeros, cabeceando vivaracho al lado del jinete, cuyas espuelas tienen un claro tintineo. Hay en el mozo un vigor nuevo, una robusta ansia de lucirse ese día en aquel torneo, que es una hermosa manera de evidenciar las energías de la raza. Pero por sobre todo, el deseo recóndito de lucirse ante los ojos de la Rosa. Poder demostrarle que él es el hombre a quien debe entregarla la pulpa encarnada de su boca, jugosa como un durazno maduro. Embriagado de sol y de aire, que le entra en los pulmones con delicioso rebullir, apura el tranco de su caballo para alcanzar a pasar donde aquélla, que hace las horas hermosas de su vida.
-¡Güenos días, Rosita!
Ella lo ha visto, pero, coqueta como toda mujer, ha seguido lavando el mote rubio en el cedazo por donde se filtra el agua cristalina del estero, a cuya margen está en cuclillas. Sus brazos robustos y hermosos están arremangados hasta más arriba del codo. Morena, con los senos henchidos bajo el corpiño, los ojos obscuros y profundos, levanta la cabeza para mostrar el rostro reidor.
-¡Güen día! ¡Por Dios que venís chatre! Ya se las tay ganando al patrón …
-¡No será tanto!-dice él.-El pobre como pobre…- agrega, luego, sin poder reprimir el deseo de echar una mirada a sus atavíos nuevecitos.
El agua del estero se desliza con clara y dulce canción. Entre los sauces próximos hay un zorzal que deshila en el espacio la hebra melodiosa de su trino. Arriba, en la colina, emergiendo del rancho, azulea la espiral del humo, que se eleva retorciéndose para diluirse en la luz. Se ha desmontado el mozo. Sentado sabre un tronco seco, cuyo extremo refresca inútilmente el agua del estero, observa a la muchacha que ha seguido lavando el mote.
-¿Vos yay a ir pa la media luna, Rosita?
-Hay que ir pa ver cómo se portan los guainas. Pa ver quiénes son los más hombres.
Luego, coqueta e intencionada, pone inquietud en el alma del muchacho, sabiéndolo enamorado con todo el ímpetu de sus años mozos.
-¡Icen que on Baudilio tamién va ir!
-Ojalá. Ey veremos quién sabe gobernar mejor su bestia. ¡Ni así de respeto le tengo!
Y con gesto desafiador muestra la punta de la uña.
Sonríe ella. Es una pícara morena que goza de ver al hombre prendado de toda su gracia de hembra joven. En son de broma añade en seguida:
-On Baudilio es muy afamao. Por muy hombre lo propalan los hablantes.
-Esta tarde lo veremos- responde él, reconcentrado y súbitamente taciturno.
Rosa también se ha puesto seria. Se ha tornado afectuosa cuando lo ve triste. A tiempo de montar, él le dice:
-Parece que vos tuvieras ganas de que yo quede desafamao.
Dulce acento de cariño hay en la palabra con que ella lo desarma:
-¡Tonto!
Y luego:
-¿Querís mote?
En el cuenco de su mano pequeñita y regordeta se lo ofrece. Feliz el mozo, lo recibe alegremente. Hay luminosidad desconocida en los ojos de ambos. En los de él un ruego. Bailadores los de ella, traslucen una promesa.
-No vay a dejar fea a la hacienda, Peiro Juan; mira que entonces no te guelvo nunca más a mirar.
-No hay cuidao-replica él, arrogante.
Y más audaz, agrega:
-¿Qué me vay a dar si salgo bien?
-Una cosita
-A ver qué
-¿Qué querís vos?
-Un beso.
-¿Uno? Si te portay bien, ¡así tantos te doy!
Y al abrir los brazos para expresar que serán muchos, parece que el ánfora de sus caderas se hace más amplia y todo su cuerpo adquiere una armoniosa vibración.
* * *
Resuenan los caminos con el galopar de las cabalgatas de jinetes ataviados con sus mejores prendas de vestir. Tintinean las espuelas y vuelan las puntas de los grandes pañuelos de seda. Nerviosos los corceles se alborotan sudorosos, con el hocico entreabierto y los ijares palpitantes. Chamantos multicolores y sombreros de borlas frondosas se lucen ese día. Las chaquetillas cortas refulgen de botones de concha, y cada jinete tiene un lazo encendido que aprisiona su cintura.
En los ranchos se ven las carretas listas para salir en dirección a la media luna. Percalas chillonas ostentan sus colores en las mujeres, en cuyas mejillas el sol y el viento, tiñó la carne de auténtica rojez. Los mozos arreglan sus caballos, vigilando cuidadosos que el lazo vaya caído con elegancia sobre el anca relumbrosa. Nubes de polvo dorado se han inmovilizado en las ramas altas de las alamedas.
Pedro Juan ha cruzado en su camino a don Baudilio, el famoso peón venido del Norte, que marcha acompañado de un grupo de sus admiradores. Moreno y esbelto, de facciones enérgicas y simpáticas. El guarapón echado al ojo le da un aire arrogante y desafiador. Se detiene un momento en el callejón para conversar sobre la fiesta, donde lucirán su destreza ante la «riquería».
Baudilio monta una yegua colorada, nerviosa y fina de cabos, graciosamente proporcionada. Con fría amabilidad los dos hombres se refieren a la faena que habrán de ejecutar ese día.
-Con tal de que el ganao no haiga sío corrío -dice Baudilio- too va andar bien. Porque esos novillos correteados, son muy molestosos con sus resabios.
-Es gueno el ganao- responde Pedro Juan; -tocante a eso no hay cuidado. Ta too en que las bestias afirmen las paletas no má.
-Y que los piones no aflojen- replica el otro con acento zumbón.
-En el trabajo se verá-contesta el aludido en el mismo tono, despidiéndose.
Junto a la media luna, hecha de ramas blandas, pero trenzadas en tal forma, que hacen un parapeto con cierta flexibilidad, capaz de soportar los recios estrellones de los jinetes, se ha levantado el tabladillo, donde estarán los patrones y sus convidados. Las cantoras también se instalarán allí. En la puerta del apiñadero se ven los capataces y sus ayudantes, con quienes sacarán los animales a la pista. Dentro, los novillos bravíos e impacientes, se estrechan dándose de cornadas, en un ondear de carne palpitante, sobre la cual flota un áspero olor a estiércol fresco y a cuerpo de animal. Es un jardín inquieto, de novedosos matices, aquella novillada que se revuelve huraña. Colorados, claveles y negros, cariblancos, todos miran con estupor, empinándose unos por encima de otros, con los belfos blanqueados de baba, y en los ojos sanguinolentos algo de estúpido sensualismo.
En brillante cabalgata llegan los dueños de la hacienda, luciendo chamantos hermosísimos. Los apuestos jinetes visten cortas chaquetillas negras, azules y blancas, adornadas profusamente de botones. Los pies calzados con finos zapatos de altos tacos, hacen vibrar las espuelas con un chasquido fugaz, semejante al del arpa, cuando una mujer arranca de ella los primeros acordes de la tonada, de esas tonadas que, como trasunto fiel del alma de la tierra, son un grito cálido y apasionado. En coches abiertos vienen las señoras y las niñas. Risas y voces alegres llenan el espacio, con rumor de cascabeles. En una carreta florecida de sayas caprichosas y extravagantes, han llegado las cantoras.
Buenas mozas y jóvenes algunas. Viejas y feas otras. Alegres todas, bajo la luz del sol. Tienen el pecho ancho y los ojos chispeados de júbilo. Los jinetes caballeros se confunden con los peones, y rodean la carreta con alborozadas exclamaciones de entusiasmo.
-Aquí mismo- gritan- la primera tonada, con un cogollo de esos que llegan a sacar fuego!
-Claro, eso es lo lindo- exclaman las chiquillas desde los coches- y una cueca con tamboreo y huifa!
La Cantalicia López tiene el arpa junto a ella. La Chayo Jiménez y La Rosa Insunza sus guitarras. Sonrientes se miran con un rodar de luces en los ojos; los labios húmedos y encendidos. Súbitamente, cual obedeciendo a una consigna, el arpa, honda y vibrante, como un grito acallado de pasión, hace melodioso el espacio. Las guitarras, de armonía romántica y quejumbrosa, la acompañan, y luego, a un simultáneo movimiento de cabeza, surgen las voces un tanto estridentes y ásperas, pero llenas de frescura e intención, con todo el saber del alma chilena, en que hay rebeldías, amores y dolientes desvíos:
¡Prenda querida del alma! ..
Que has sido mal pagadora,
¡cómo tanto te quería
te tenía en la memoria!
Clamorosos gritos de júbilo y entusiastas aplausos acogen la tonada. Arremolínanse los caballos junto a la carreta. Grandes potrillos de rubia chicha cocida, dulce y aromosa, se sirven a las cantoras.
-En un pie no podemos seguir- dicen todos- ¡Una cueca para el estribo!
No se hacen ellas de rogar. Gime el arpa, con acordes daros y hondos. Las guitarras, en tanto, hacen el acompañamiento, juguetonas, haciendo rebullir un deseo de bailar en el cuerpo de todos los presentes. Angel Larrondo, guapo jinete caballero, ha echado pie a tierra, para sacar a bailar a la María Faúndez, muchacha rubia y flexible como una espiga dorada. Bajos los ojos de ella. Cabrilleadora y dominante la mirada de él. Surgen las voces y ondean los pañuelos. Asediándola él, con sus rondas y sus pupilas de fuego. Tímida y rendida ella, bailan los dos armoniosamente la danza graciosa de la tierra.
¡Queridó…! ¡Queridó, vente a mis brazos! La vida y hasta cuándo… me querís tener penando!
Entre tanto, ya se oyen los gritos de los jinetes que han lanzado el primer novillo del apiñadero. Es un clavel con la cara salpicada de blanco, que sale avispado, impetuoso como un ventarrón. Al lado afuera lo esperan los peones, cuyas bestias, atentas, agiles, lo estrechan junto a la quincha, azuzándolo con sus gritos estentóreos. Cual un estampido formidable resuena la voz de ambos:
-Au…au…au…! ¡Toro lobo!
-¡Ah, hombriii! Vaca loba… !
Uno a la paleta requiriendo a su cabalgadura en el flanco exterior con la enorme rodaja tintineante, para no dejar alejarse al novillo de la quincha. El otro al anca del corrido, hostigándolo con su grito y los pechos de su caballo. Es una carrera loca y vertiginosa. El delantero va pendiente de atajar en el lugar preciso donde está la bandera. Es este el momento emocionante de la faena; el caballo ha sido requerido enérgicamente, y aunque pequeño y ágil, es una barrera formidable que detiene al novillo junto a la bandera. El animal casi se da vueltas en el aire con las manos en alto para volver grupas. No ve otro camino que el abierto entre los dos jinetes. El de la paleta ha pasado al anca y el otro va ahora estrechándolo. La atajada se ha hecho en forma espléndida. Estallan los aplausos y los gritos de admiración. Son tres animales y dos hombres lanzados en un vértigo de velocidad, con los músculos tensos y en el alma un fervor inaudito de energía. A la tercera vuelta, el novillo extenuado, con los ijares temblorosos, los ojos sanguinolentos, y el belfo rezumante de baba espesa, es recibido por los capataces para lanzarlo al potrero. En seguida los peones, que han iniciado el torneo, con el chamanto al hombro, se han acercado al tabladillo para recibir el gran vaso de chicha espumante.
Con entusiasmo sin igual, la faena ha seguido desarrollándose bajo el oro del sol, y junto a las alamedas que ya empiezan a proyectar su sombra sobre la media luna, refrescando un poco el bochorno fatigoso que invade a los hombres y a las bestias. Han alternado en la fiesta los dueños y convidados, con los sirvientes de la hacienda, todos convertidos en magníficos jinetes.
Pedro Juan ya se ha estrenado, pero con una suerte negra. Le ha tocado un huacho mañero, que se ha ido restregando junto a la quincha, sin salir de su trote empacado. Así, las atajadas fueron sin ningún interés y completamente deslucidas. En cambio a Baudilio le han largado, para suerte suya, un novillo ágil como un pensamiento. Medio a media de la bandera, que se ha desplegado ondeante, para saludar su triunfo, montando su yegua colorada, ha detenido al novillo en forma tan magistral, que arranca una verdadera ovación. Esbelto y bien montado, es un verdadero centauro de alas rojas, que corre como una ilusión junto a la quincha. Hasta su voz de clara tonalidad, tiene orgullosa arrogancia cuando la lanza fieramente.
-¡Juera, lobito, juera!…
La Rosa Insunza, a quien pretenden los dos hombres, lo ha saludado con una tonada cuando se acerca al tabladillo, para recibir el trago que le brinda el dueño de la hacienda. En la canción hay promesas que gritan las palabras y surgen de los ojos:
¡Es en vano, no puedo olvidarte,
por tu amor he perdido la calma,
ya no puedo vivir sin mirarte,
solo tu cariño entortura mi alma!
En el intervalo, los jinetes han salido al semi-círculo, para demostrar sus acrobáticas destrezas, «tirando en rienda», y ejecutando arriesgadas maniobras con sus caballos, para evidenciar su maestría.
En un extremo de la media luna, están todos nerviosos esperando su turno. Pedro Juan tiene un puñal de hielo clavado en medio del pecho. El deberá vencer al final. Los jinetes, rápidos como un proyectil, han disparado sus caballos con tal ímpetu, que parece que no van a detenerse jamás. Pero, en la misma raya trazada para el objeto, detienen sus corceles, revolviéndolos en un puñado de tierra. Una, dos y diez veces los hombres evolucionan su animal, sin más gobierno que las piernas y el movimiento de su cuerpo.
A Pedro Juan los nervios le tienen perdido. Con el ceño endurecido y en los ojos un fulgor extraño, se ha lanzado también a tirar su rienda, ejecutando varias pruebas en forma impecable. Ha hecho con su animal un numero «8» sobre la pista, que ha ido achicando hasta retorcerlo en el cuerpo mismo de éste. Pero, bruscamente, al disparar su bestia, para probarle la rienda, ésta falla de las cuatro patas, rodando por el suelo, perdiéndose con ésto toda la belleza del trabajo ejecutado anteriormente.
Baudilio, en tanto, junto a la Rosa, descansa allá en el tabladillo. Su actitud de vencedor se refleja en la sonrisa alegre y confiada con que pretende dominar a la moza, en quien, a pesar de corresponder a sus requiebros con coquetería, se advierte no obstante viva inquietud. La Cantalicia López, mientras tanto, acompañada por las demás mujeres, canta una festiva tonada muy celebrada por la concurrencia:
Y hácemela con chancaca
y la cama bien anchita,
y hácele tuto a la guagua …
y hácele li-li-lu-lá.
¡Papas con luche, hartito ají,
me querís negra, no me querís…
me echas al agua, no me echarís!…
La tarde ha ido refrescando y con ello la fiesta ha cobrado mayor entusiasmo. Una alegría desbordante hay en todos los pechos. La faena se hace con mayor empuje, con mayores bríos y seguridad. Los caballos, enardecidos, responden ágiles al requirimiento de sus amos, que ahora, con algunos vasos dentro del cuerpo, se tiran con despreciativo coraje sobre la quincha.
Baudilio ha estado de suerte ese día. Los mejores aplausos han sido suyos, y las muchachas tienen encendidas miradas de admiración para él. Pedro Juan, amargado, no ha cesado sin embargo, en su empeño de triunfar. Ha hecho hermosas atajadas, pero casi siempre algún tropiezo ha deslucido su trabajo. Pero hay en él una confianza invencible. Cuando ya quedan los novillos más hambreados en el apiñadero, ha ensillado al Tafetán, que nervioso manotea impaciente, por aquietar los ímpetus que le acometen antes de comenzar aquellos trabajos, en que es caballo maestro. La Rosa Insunza ha visto con misterioso fuego en las pupilas, de cómo el muchacho ha quitado las riendas a su animal. Correrá en él gobernándolo únicamente con las piernas y el impulso de su cuerpo.
Sale veloz el novillo y el Tafetán, con salto flexible de felino, parte tras él, alcanzándolo en seguida para paletearlo con gallarda elegancia. Junto al trapo flameador, la atajada es soberbia. Jinete y caballo, un solo cuerpo, cambian la postura y van ahora arreando, para recibir al otro extremo al animal, que les entrega el compañero, que también ha tenido fortuna en su trabajo. Hay un entusiasmo tan indescriptible, que la cueca alarmante y estrepitosa ha cesado, para fijar todas las miradas en el peligroso juego. Vuelven a la tercera vuelta, y en mitad de la carrera el vacuno, con un esfuerzo inaudito, se ha recogido bruscamente para saltar sobre la quincha, tratando de salvarla. Pero fracasa en su esfuerzo, y su mole palpitante se derrumba sobre el jinete, cuyo caballo, con las manos en alto, se ha detenido junto a él. Es tan espantoso el instante, que todos, silenciosos, experimentan el anhelar de un segundo de angustia.
Sobre el caballo ha caído el novillo, y en un montón han rodado hasta el suelo. El hombre no ha alcanzado a saltar de su montura, y ha caído bajo los animales. Un grito de horror ha brotado de todos los pechos.
-¡Se chupó el huacho bruto!
Atropellándose ha corrido la gente al lugar del accidente. El vacuno se ha incorporado y huye cimbrándose jadeante, en tanto el caballo semi-aturdido, no puede pararse. Bajo él, está Pedro Juan, con los labios crispados de dolor, el rostro bañado en sangre, con los brazos y las piernas rotas.
Y antes que nadie hay una mujer junto a él. Una moza robusta y enloquecida, que ha enderezado la cabeza del hombre para abrazarse a ella sollozando, mientras entrecortadamente sus labios gimen roncamente:
-¡Peiro Juan, mi Peiro! ¡Pura fatalidad la tuya, m’hijito! ¡Pero a hombre; a hombre, naide te la pudo ganar!
Son pocos los que acostumbran a leer obras de teatro. Se trata, sin embargo, de una atractiva manera de conocer otra faceta de este arte que forma parte de la literatura: la Dramaturgia.
Los dramaturgos latinoamericanos tienen la costumbre de poner a disposición del público, gratuitamente, sus textos. Lo hacen a través del Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT), de donde hemos tomado esta obra escrita a fines de los 90s por Marco Antonio de la Parra.
«Monogamia» nos presenta en tono de comedia uno de las últimas utopías que nos quedan «¿Que pasa con el amor en el matrimonio?» La obra esta plagada de interrogantes y en el devenir de la escena los personajes deambulan en la incertidumbre cuando se trata de hablar del amor, el adulterio, la pasión, la felicidad, la lealtad, la confianza, las relaciones familiares etc.
Pero «Monogamia» trata, sobre todo, de la dificultad que este presente de hoy nos lleva para intentar ser fieles a ideas y principios, a sueños y utopías de la juventud y con la propia historia personal. A esa delicia de enredos que es el amor, suma ese nudo ciego que es la relación fraterna. Y como todas las comedias (una «comedia aparente», como la llama el autor), es una tragedia vista de lejos.
Felipe (hermano mayor) y Juan (hermano menor) han depurado y extremado sus diferencias, aquello con lo que se identifican: Felipe es el loco, el creativo, se casó dos veces, tiene éxito con las mujeres, goza de la admiración de la familia, de actitud física relajada y atuendo informal; Juan es responsable, tímido, tenso, adora pertenecer a un club exclusivo, viste saco y corbata y, por sobre todo, se define monógamo.
En síntesis, relación entre hermanos, confesiones, fidelidad e infidelidad en tono de comedia. (Presentación de la obra en el 25º Fiesta Nacional del Teatro en La Plata)
Marco Antonio de la Parra es dramaturgo, ensayista y psiquiatra chileno. Ha publicado más de setenta libros –entre obras teatrales y ensayos– donde ha retratado magistralmente la realidad de la sociedad chilena. Otras de sus obras más conocidas son: «Lo crudo, lo cocido y lo podrido», «La secreta obscenidad de cada día», «Lindo país esquina con vista al mar», «King Kong Palace o el exilio de Tarzán».
MONOGAMIA
Marco Antonio de la Parra
El texto se corresponde con la versión estrenada en el Teatro CELCIT en julio de 2000, dirigida por Carlos Ianni
PERSONAJES: FELIPE y JUAN. Hermanos.
Edad media de la vida. El club. Mesa pequeña, sillas de diseño, ruido de fondo.
ACTO UNICO
JUAN: Llegás tarde, como siempre. FELIPE: No es tan tarde…
JUAN: Media hora… FELIPE: Menos… veinte minutos.
JUAN: Tarde, Felipe, como siempre. FELIPE: A veces no tiene importancia…
JUAN: Cuando tenés que encontrarte con tu hermano, por ejemplo… Yo nunca llego tarde a ningún lado. FELIPE: Y yo siempre.
JUAN: ¿Por qué? FELIPE: ¿Por qué, qué?
JUAN: ¿Por qué siempre llegás tarde? FELIPE: ¿Y vos por qué nunca llegas tarde?
JUAN: Porque soy puntual… FELIPE: Yo nunca fui puntual… ¿Por qué iba a serlo ahora? JUAN: Porque te ibas a encontrar conmigo. FELIPE: Siempre llego tarde… sabés que siempre llego tarde. JUAN: Sí, cómo no lo voy a saber.
FELIPE: ¿Y si sabés que voy a llegar tarde por qué llegás a horario? JUAN: Yo también llegué tarde. FELIPE: ¿Entonces? JUAN: Siempre me ganás, siempre. Llegaste después. FELIPE: No quise. Tuve problemas. Me encontré con un amigo. JUAN: No nos vemos casi nunca. Soy tu hermano. E igual llegás tarde. FELIPE: Soy igual con todo el mundo… vos sabés… además, me costó encontrar el lugar. JUAN: Es exclusivo. Quería que te costara encontrarlo. FELIPE: No sé por qué protestás, entonces. Vos llegaste tarde, yo llegué tarde. Me citaste en un lugar difícil… JUAN: Pero igual me ganás. ¿Te das cuenta? Sabía que ibas a llegar tarde, entonces vine tarde también. Dije, Felipe va a tener que esperarme por primera vez en su vida y … llegás más tarde que yo. FELIPE: No se trata de ganarte, Juanito… Qué obsesión. JUAN: Juan. FELIPE: Bueno, Juan. Llegué a la hora que pude. Y vos no pudiste ser más impuntual. JUAN: ¿Qué insinúas? FELIPE: Que quisiste pero no podés… No te sale. JUAN: ¿Y eso qué quiere decir? FELIPE: Nada. Sos como sos y no veo por qué tenés que ser como yo. JUAN: ¿Vos nunca querés ser como yo? FELIPE: A veces. ¿Qué te pasa? JUAN: ¿Te gusta este lugar? ¿Te sorprende? ¿Conseguí sorprenderte? FELIPE: ¿Qué te pasa, Juan? Tenés una cara… JUAN: Tengo la misma cara de siempre. Decime una cosa: ¿Esperarías de mí que llegara tarde? FELIPE: No. JUAN: ¿Y te gustaría alguna vez ser puntual, llegar a horario? FELIPE: Sí, me gustaría. JUAN: Hoy quise ser impuntual…. y no pude. ¿Trataste de ser puntual? ¿Trataste? FELIPE: ¡Siempre trato! Lo que pasa es que no… JUAN: Mentira. Te gusta. FELIPE: No es que me guste… JUAN: Ser impuntual es una desconsideración. FELIPE: Y yo soy un desconsiderado. JUAN: Al fin entendiste. Sos un desconsiderado. FELIPE: Y vos no. JUAN: No. Tomo en cuenta al otro, lo considero. FELIPE: Entonces… ¿por qué trataste de ser impuntual? JUAN: Para que te pusieras en mi lugar. FELIPE: ¿Yo? ¿En mi lugar? JUAN. No, en mi lugar. FELIPE: Ah, ponerme yo en tu lugar. JUAN: Sí, necesito que te pongas en mi lugar. FELIPE: ¿Para qué? JUAN: ¿Tengo que darte explicaciones? Necesito que te pongas en mi lugar y listo… Necesito que me oigas y te pongas en mi lugar. FELIPE: Por eso querías llegar más tarde… JUAN: Sí, para que sintieras lo que se siente cuando se espera. FELIPE: Sé lo que se siente… ¿Cómo no lo voy a saber? JUAN: Y si lo sabés, ¿por qué me hacés esperar? Me hiciste esperar toda la vida… FELIPE: ¿A qué estamos jugando? ¿A quién dice la última palabra, como cuando éramos chicos? JUAN: A hablar… Necesito hablar… Y la única persona con la que puedo hablar sos vos… FELIPE: ¿Y eso qué tiene que ver con la hora a la que llego? Estamos perdiendo el tiempo… ¿Dónde estamos? Me costó un Perú llegar… Estás rarísimo, Juanito. JUAN: Juan… Juan… Me llamo Juan…. Tengo tu mismo tamaño… No estamos en la pieza… ¿podés dejar de comportarte de ese modo infantil? FELIPE: No hablo más mientras no me expliques qué es esto… JUAN: Un lugar exclusivo FELIPE: ¿Y? JUAN: Para hablar en privado… cosas privadas. Por ejemplo, cómo estás… cómo te sentís… FELIPE: ¿Yo? JUAN: Sí, vos, ¿cómo estás? FELIPE: Bien… supongo que bien. JUAN: ¿Problemas? FELIPE: ¿Yo? JUAN: Sí. ¿Tenés problemas? FELIPE: ¿Problemas? ¿De qué tipo? JUAN: ¿De salud? ¿De dinero? ¿De pareja? FELIPE: ¿Me vas a tirar las cartas? JUAN: No creo en esas taradeces. ¿Qué te pasa? Contestame directamente: ¿Cómo estás? ¿Problemas? FELIPE: Bueno, más o menos, como todo el mundo… ¿Qué hacemos acá? ¿Me podés decir? JUAN: ¿No lo conocías? FELIPE: No. ¿Qué es? JUAN: Te sentís raro, como pollo en collar ajeno. No es tu mundo. FELIPE: ¿Esto también es para que me ponga en tu lugar? JUAN: Es un club… Y yo soy socio. FELIPE: Cómo te gustan esas cosas a vos, los clubes… Siempre quisiste ser socio de alguno… JUAN: Un club privado… ¿Te preguntaron el nombre al entrar? ¿Tuviste que decir que venías a verme? ¿Eh? Dar mi nombre en la entrada… FELIPE. No… Me encontré con un compañero… un conocido del gimnasio y pasé… ¿Había que mostrar algo? JUAN: ¿Me querés decir que te dejaron pasar así nomás? FELIPE: ¿También era para que me pusiera en tu lugar? JUAN: Contestá lo que te pregunto, Felipe, sé serio y adulto alguna vez… ¿Te dejaron pasar así nomás? FELIPE: Entré con un amigo… Por eso me atrasé… Fue un lío estacionar, llegar… Y lo vi en la puerta… Me empezó a hablar… JUAN: Y me dejaste esperando… FELIPE: Vos también llegaste tarde… JUAN: Eso no importa… Vos creías que te estaba esperando… Creías que había llegado, como siempre, a la hora. FELIPE: ¿Y? JUAN: Desconsideración. FELIPE: ¿Por qué me citaste acá? No encontraba esta cosa… JUAN: Club… No es cosa, es club… FELIPE: ¿Qué tanto remilgo? Juanito… nos vemos tarde, mal y nunca y… JUAN: Juan, Juan… ¿Tiene algo malo mi nombre? ¿Te digo Felipito yo? ¿Alguna vez te dije Felipito? FELIPE: Pipe me decías… Cuando vivíamos con mamá me decías Pipe… Y ya éramos grandes… JUAN: Mejor que Felipito… FELIPE: Me rindo… ¿Acá se puede pedir algo? ¿Qué se hace? JUAN: Es exclusivo. Eso es lo importante. FELIPE: ¿O sea que si no me encuentro con Fernando no entro? JUAN: Obvio. FELIPE: Y si vos no habías llegado…. JUAN: Quería hacerte esperar, pero a mí no me salen esas cosas. FELIPE: Y yo me habría sentido en tu lugar. JUAN: Algo así. FELIPE: Me llamaste para que me pusiera en tu lugar. JUAN: … pero ya veo que no resulta… Igual soy puntual. FELIPE: ¿Vamos a hablar todo el tiempo de mi impuntualidad? JUAN: No, de mi puntualidad. No sos el ombligo del mundo, Pipe. FELIPE: ¡Cómo vas a conseguir ser impuntual! Siempre estás acelerado, Juanito… JUAN: Juan. Cuatro letras. J-U-A-N. FELIPE: Bueno, Juan… ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan inquieto? JUAN: No estoy inquieto. FELIPE: Querés hacerme esperar. No podés hacerme esperar. Querés que me ponga en tu lugar… Que te pongas en mi lugar… Típico tuyo, Juan. Estás con los cables pelados. JUAN: Soy puntual, que es bien distinto. FELIPE: Puntual. Siempre me costó ser puntual… ¡Henry! JUAN: ¿Quién es? FELIPE: ¿Cómo que quién es? JUAN: ¿Amigo tuyo? FELIPE: Cliente… JUAN: Claro, sería raro que tuvieras amigos acá… FELIPE: A ver… ¿qué onda es ésta? Hermanito… me llamás… vengo… ¿qué pasa? JUAN: Llegás tarde… Me hacés esperar… FELIPE: ¿Vine o no vine? Me rogaste que viniera y vine… JUAN: No te rogué… te pedí. FELIPE: Lo que sea… ¿En qué onda estás? JUAN: Onda hermano. De buenos hermanos. Un hermano que pide ayuda al otro. FELIPE: Bueno, supongo… JUAN: Nunca antes te pedí ayuda. FELIPE: Cierto. JUAN: Pero cuando tuviste problemas te ayudé. FELIPE: Sí. JUAN: Pero no sos capaz de ser puntual… FELIPE: ¡Otra vez, Juan! Soy un desastre, siempre fui más tarambana que vos… JUAN: El artista de la familia, como decía el viejo… FELIPE: ¿Vas a sacar el prontuario completo? Vos eras el traga… JUAN: El imbécil. FELIPE: ¡Juan! JUAN: ¡Estoy tenso! ¿Puedo? ¿O acá el único que puede estar tenso sos vos? ¿Sos el único con derecho a la impuntualidad, el despelote, el desastre? ¿O es porque sos creativo, sensible, el artista? FELIPE: Por supuesto. JUAN: ¿Por supuesto qué? ¿Qué sos el especial? FELIPE: No. Que podés estar tenso. Todos tenemos derecho a estar tensos o preocupados. JUAN: ¿Te dije algo cuando estuviste tenso? ¿Te dije algo cuando necesitaste que te bancara? ¿Te lo dije? FELIPE. No. Estuviste genial. Casi ni hablamos. JUAN: Un muy buen hermano. FELIPE: Sí, muy bueno. JUAN: Me puse en tu lugar. FELIPE: ¿En serio? ¿Te pusiste en mi lugar? JUAN: Me puse en tu lugar. FELIPE: ¿Vos? ¿Podías imaginarte lo que se siente al separarse, enamorarse, equivocarse? JUAN: Y endeudarse hasta la camisa, también. FELIPE: Nunca te pasaron esas cosas… JUAN: De eso quiero hablarte. FELIPE: ¡Harold! JUAN: ¡Felipe! FELIPE: Disculpá, es el gerente de una cuenta muy importante. JUAN. Ah, creí que era uno de tus poetas. FELIPE: Boludo, los poetas no son tan estirados. JUAN: ¿Qué dijiste? FELIPE: Que no creo que encuentre poetas acá. JUAN: Me dijiste boludo. FELIPE: Pero, mirá que sos boludo, eh? Te dije boludo como le digo a mis amigos… Vos recién dijiste… JUAN: ¿A tus amigos los tratas de boludos? FELIPE: Sí, no soy precisamente la Real Academia. JUAN: Y te ganás la vida escribiendo… Boludo. FELIPE:¿Qué te pasa? ¿Te estás falopeando? JUAN: ¿Falo qué? FELIPE: Estás super acelerado. No es por meterme en tu vida pero… JUAN: Yo no me falopeo. No me falopeé nunca, Pipe. FELIPE: Por eso te digo. Es raro verte tan acelerado. ¿Qué te pasa? JUAN: Te llamé porque necesito hablarte y en privado… FELIPE: ¡Roberto Berríos! JUAN: ¿No podés dejar de saludar a todo el mundo? FELIPE: Son clientes. Vos mismo me enseñaste… JUAN: Esta no es una reunión de trabajo. Soy tu hermano. FELIPE: OK. Me relajo. Perdoname. JUAN: Nunca escuchás, no hay manera de centrarte. FELIPE: Es cierto… ¡Aladino Assadi! JUAN: ¡Pipe! ¿Te ponés o no en mi lugar? FELIPE: Perdoná… pero, decime: ¿qué hago si me traés a un lugar donde me encuentro con todo el mundo? JUAN: Te concentrás, cualquier cosa, un rato. FELIPE: ¿Este no es un lugar gay, no? JUAN: No, es un club. De elite. Por eso te encontrás con gente importante. FELIPE: ¿Sos socio? JUAN: Sí. FELIPE: Impresionante. Raro el diseño no más. Un poco rebuscado… JUAN: Nada mío te parece bien. FELIPE: No digo eso, digo que el lugar está bien pero muy, muy… JUAN: Elegante. FELIPE: Un poquito cursi. JUAN: ¿Me vas a escuchar? FELIPE: Soy todo oídos. Huy… JUAN: ¿Huy qué? FELIPE: Esa mina… JUAN: ¿Qué mina? FELIPE: La camarera… JUAN: Te estoy hablando, Felipe. FELIPE: Cierro los ojos. Me pongo lentes oscuros. Ya está. JUAN: No te hagas el payaso. FELIPE: Me pongo serio. JUAN: ¡No te rías! FELIPE: Perdoná, pero… me da parece divertido. JUAN: ¿Qué? FELIPE: Nada, todo tan elegante. JUAN: Es el progreso del país… Es un club privado… De empresarios, Pipe. ¿Podemos hablar? FELIPE: ¿Qué es esto? JUAN: Una corbata, ponétela. FELIPE: ¿Me la tengo que poner? JUAN. No quiero que llames la atención. FELIPE: Ahora sí que no me reconoce nadie… JUAN: ¡Felipe! Necesito tu consejo y tu opinión. Por favor, sé serio alguna vez. Te hablo como hermano. FELIPE: OK. La paz sea contigo. JUAN: ¿Ahora te vas a burlar de mis creencias? FELIPE: Es una broma, boludo histérico. Estás como la mierda…. JUAN: Te lo dije. Estoy muy mal. De eso quiero hablarte… ¿recién te das cuenta? Ando en problemas. Verdaderos problemas. FELIPE: Perdón. No quise tomarte a la ligera. JUAN: No podés ponerte en mi lugar. Eso es lo que pasa. FELIPE: Perdón. Hablemos de lo que quieras. JUAN: ¿Vos? Venís bien, ¿no? ¿Carla? ¿Tus hijos? Nunca más líos con Daniela… FELIPE: No, nunca más. Gracias. JUAN: Nunca te pedí ayuda, Felipe. Yo… FELIPE: Lo sé. Suerte la tuya. Me alegro. ¿Hablamos? JUAN: ¿De qué? FELIPE: Vos me llamaste. JUAN: Sí, te llamé. Exactamente. FELIPE: ¿Tenés… problemas? JUAN: Que te llame no te permite sentirte superior ¿Eh? FELIPE: No me siento superior, Juan. Hablemos. Bueno, mirá si es… No, no dije nada. Juan… ¿Tenés problemas con el laburo? JUAN: ¿El laburo? Mejor que nunca. ¿Te conté del otro día? En el banco, me vieron y no me creyeron. No tengo deudas ni hipotecas. Patrimonio solvente. No tengo créditos. Cero con la tarjeta. American… y de Platino. Pero cero, limpia. ¡Creyeron que era un narcotraficante! FELIPE: Antes no fumabas… JUAN: No, juego con el cigarro, nada más. Me cuido. ¿Qué tal el tenis? FELIPE: ¿Qué te pasa, Juan? JUAN: ¿Por qué? FELIPE: Nunca jugué al tenis. JUAN: Daniela jugaba. Se casó de nuevo… La vi en una revista… FELIPE: Eso no es ninguna novedad…. ¿Qué te pasa, Juan? JUAN: Felipe, quiero hablarte en serio, bien en serio, yo… no, no sé si podés ponerte en mi lugar. FELIPE: Soy tu hermano. JUAN: ¿Y? Desconsiderado, impuntual… FELIPE: ¿Qué es lo que te atormenta? Por favor. JUAN: Escuchame, Felipe…. No se lo digas a nadie… ¿Lo prometés? FELIPE: Lo prometo… ¿Qué pasa? JUAN: Escuchame bien… muy bien. Felipe… yo nunca engañé a mi mujer…
PAUSA.
FELIPE. ¿Con quién te metiste? JUAN: Te digo que nunca engañé a mi mujer. FELIPE: Si alguien dice nunca hice esto es porque ya lo hizo o está a punto de hacerlo. Lo que no se hace no se dice. Cuando alguien pregunta ¿me querés? no necesita que le contesten. Y si necesitás que te contesten mejor no hagas la pregunta. JUAN: Ya estás dictando cátedra. FELIPE: No. JUAN: Te pusiste a dictar cátedra. ¿Qué dije mal? ¿Te corrijo yo? FELIPE: Mirá como me tenés… hasta con corbata… JUAN: ¿Qué querés decir? ¿Qué es eso de lo que no se hace no se dice? FELIPE: Hermanito, estás todo transpirado, me tenés loco con el cigarro… Te pregunto que te pasa y me decís que nunca engañaste a tu mujer. ¿Se puede saber de qué estamos hablando? JUAN: Me costó mucho llamarte, Felipe, no lo hagas más difícil. FELIPE: Es que no entiendo. JUAN: ¿No? FELIPE: No, entiendo que me llamás y querés pedirme algo y no sé qué es.
PAUSA. JUAN SOLLOZA.
FELIPE: Juan… JUAN: No me gusta que me tengas lástima. Siempre fuiste el que no tuvo problema con las mujeres, el macho de América, te metiste con cuanta mina conocimos. No tenés derecho a censurarme. FELIPE: No te estoy censurando. JUAN: Antes era más corto de genio… más tímido… tenía mejores calificaciones además… que conste que siendo menor terminé la carrera antes que vos… FELIPE: Juanito… ¿Qué pasa? ¿Se pelearon? JUAN: ¿Quienes? FELIPE: Vos y tu mujer. JUAN: No, Elisa está super bien. No tuvo más problemas. Está muy bien. ¿Supiste que estuvo enferma, no? FELIPE: Claro, sí estuvimos en la Clínica… JUAN: Yo estaba trabajando… Por eso no estaba… FELIPE: Pero en el verano se veía estupenda… JUAN: Se conserva estupenda…
PAUSA.
FELIPE: ¿Y? JUAN: ¿Y qué? FELIPE: ¿Vas a encender el cigarro o no? JUAN: ¿Cómo se te ocurre? Hace pésimo. ¿O querés que se me echen a perder los bronquios?… ¿Eh?… Tus amigos fuman mucho… Y chupan… FELIPE: No sé, no les llevo la cuenta… JUAN: Yo me cuido… ¿Qué edad me das? Decime, Felipe, francamente, cuántos años… FELIPE: Bueno, si tengo… JUAN: No, no, así no. Imagínate que no sos mi hermano. Me ves y decís… ¿Qué? ¿Un cuarentón, un cincuentón, de treinta y pico? ¿Qué? FELIPE: ¿Seguro que no es un lugar gay? JUAN: ¡Felipe! Mírame y decime. Si no me conocieras… FELIPE: Le preguntamos a la señorita… JUAN: Te pregunto a vos… FELIPE: Diría… Que los llevás muy bien… JUAN: No evadas mis preguntas. No te hagas el diplomático. Sé honesto. Decime qué pensás…
PAUSA.
FELIPE: ¿Te enamoraste de una mujer más joven? JUAN: ¡Yo nunca engañé a mi mujer! FELIPE: Te enganchaste con una pendeja. JUAN: Yo no… (SOLLOZA). No me mires así… FELIPE: Juanito, qué complicado… JUAN: Juan, Juan… FELIPE: Igual es complicado.
JUAN ROMPE A LLORAR.
JUAN: Mierda, es que es tan dulce… FELIPE: Te descubrió Elisa… JUAN: ¿No te dije que nunca engañé a mi mujer? No debería haberte llamado. Pensé… como a vos te pasaron estas cosas… FELIPE: ¿Qué? JUAN: Enamorarse, separarse, volverse a juntar, volverse a casar… Yo tuve un matrimonio sólido de veintitrés años, sin la menor alteración, sin un roce, sin una diferencia, con absoluto respeto… He sido absolutamente monógamo… FELIPE: ¿Y? JUAN: Vos no. FELIPE: Me llamaste para decirme que no fui monógamo… JUAN: No. FELIPE: Desconsiderado, impuntual y además infiel… JUAN: ¿Me escuchás? ¿Hablamos de vos o de mí? FELIPE: ¿Cuál es el problema? ¿Conociste a alguien? JUAN: Felipe, esto te va a parecer banal. Claro, a vos te daba lo mismo… FELIPE: ¿Hablamos de mí o de vos? JUAN: Felipe, yo nunca engañé a mi mujer. Nunca me sentí atraído por otra mujer. Nunca falté a mis principios. FELIPE: ¿Te vas a presentar para presidente? JUAN: Siempre riéndote de tu hermano menor. Siempre. Lo que pasa no puedo contárselo a cualquiera. No aguanto más. Tengo que tomar una decisión. Hoy mismo. No duermo. No puedo vivir así. No sé qué hacer… FELIPE: Yo tampoco. Mientras no me expliques… JUAN: ¿A quién se lo cuento? ¿A quién? Mis amigos son todos monógamos. FELIPE: O lo aparentan. JUAN: Tenemos un grupo de reflexión de parejas. Vos sabes… Nadie, nunca, le ha fallado a nadie. FELIPE: Bueno, me alegro… si lo pasaron bien. Yo no me hubiera separado de Daniela… JUAN: O sea… me vas a decir que no estás enamorado de Carla… FELIPE: Super enamorado. Estamos mejor que nunca. JUAN: Pero de repente…. una secretaria… una promotora… una alumna… una actriz joven… FELIPE: Hay algunas… preciosas… JUAN: ¿Y? ¿No te dan ganas? FELIPE: ¿De qué? JUAN: No sé, son preciosas, seductoras…. (SOLLOZA) Son taaan lindaaass… FELIPE: ¿Quiénes? JUAN: No puedo decirte. FELIPE: ¿Está… embarazada? JUAN: ¿Cómo se te ocurre? No pasó nada. No es lo que te imaginás. No es una calentura ni un ataque de juventud en medio de la crisis de los cuarenta o de los cincuenta… A propósito… no contestaste mi pregunta. FELIPE: ¿Cuál? JUAN: ¿Me veo atractivo? ¿Parezco un viejo verde? FELIPE: ¿Querés que yo te lo diga? JUAN: Quiero que seas claro y preciso. ¿Me veo bien conservado, juvenil, decrépito, patético, vigoroso? ¿Qué? Decime una, una sola. FELIPE: Te ves bien. Para ser monógamo… JUAN: ¿Qué querés decir? FELIPE: Es un chiste. JUAN: ¿Querés decir qué? Que los monógamos nos vemos ridículos. Que la falta de actividad sexual nos deteriora. Que se nos nota. FELIPE: ¿Estás cogiendo poco con Elisa? JUAN: No te llamé para hablar de mi vida privada con Elisa. Además, a todos los matrimonios les pasa un poco… Hay épocas… Ciclos.. Altos y bajos… ¿Vos? ¿Con Carla? FELIPE: Bien… JUAN: Claro, es más joven… ¿No cambió después del embarazo? FELIPE: Era su segundo hijo, Juan… ¿Qué querés saber? JUAN: ¡Qué pasa con el amor en el matrimonio! ¡Eso! FELIPE: Pero… ¿no estás metido en un grupo de parejas? JUAN: Ese es el último lugar donde contaría lo que me pasa. FELIPE: Tenés un problema de pareja… JUAN: ¡No! Me siento… me siento… FELIPE: ¿Sí? JUAN: ¿No te vas a reír de mí? FELIPE: No hemos hablado de nada muy divertido… JUAN: Siempre te reís de mí. FELIPE: No me río de vos. JUAN: De chicos, siempre te reías de mí. Te reíste de todas mis novias… FELIPE: Juan… a estas alturas…. JUAN: Decime la verdad: ¿Te metiste con Nora? FELIPE: ¿Nora? JUAN: Sabés perfectamente de quién estoy hablando. FELIPE: No tengo la menor idea. JUAN: Lo tengo grabado. Hubo muy pocas mujeres en mi vida y sé muy bien quién es quién. FELIPE: Digamos que yo me acuerdo más de unas que de otras… JUAN: Eso te pasa por no ser monógamo. FELIPE: Soy monógamo. JUAN: ¿Y lo de Andrea? FELIPE: Juan, hace cinco años que vivo con Carla…. Tenemos un hijo… No me metí con nadie… JUAN: Eso quiero saber… ¿por qué no te metiste con nadie? FELIPE: ¿Qué sé yo? Estoy más maduro… No tengo necesidad… JUAN: ¿Y si Carla se metiera con otro? FELIPE: Sería problema mío, ¿no te parece? JUAN: Yo sé que te levantaste a Nora. FELIPE: Perdoná pero no me acuerdo. JUAN: La mala memoria, siempre… Si te he visto no me acuerdo… 1972, Miramar. FELIPE: ¿1972? No me acuerdo ni como me llamaba en esa época. JUAN: Franeleaste como loco con Nora, en la playa… y era mi novia. FELIPE: ¿En Miramar? Juanito… ¿Nora? ¡Nora! Era una novia de verano… Si se la debe haber levantado todo el mundo. JUAN: Era mi primera novia seria. FELIPE: Me parece que muy seria no. JUAN: ¿Qué? FELIPE: Ella… Vos sí… Además, está horrible. JUAN: ¿Cómo lo sabes? FELIPE: Tiene un negocio en Flores con el marido. No lo pude creer cuando la vi. JUAN: ¿Y? ¿Te preguntó por mí? FELIPE: La muy pelotuda por el único que preguntó fue por vos… JUAN: ¿Ves? Fui una relación seria para ella. FELIPE: Pero no se acordaba cómo te llamabas. Me dijo… ¿Vos no tenías un hermano, no? JUAN: ¿No se acordaba de mi nombre? FELIPE: Ni del mío. JUAN: No puede haberse olvidado de mi nombre… Le compré un brazalete de artesanía con mi nombre y ella… me regaló un osito… La amé todo el año… La llamé antes del verano siguiente… ¿te acordás? y se hizo negar… FELIPE: Papá estaba vivo. JUAN: Y estaban juntos con mamá. FELIPE: En la casa de Caballito.
PAUSA.
JUAN: Felipe ¿vos crees que papá le metió los cuernos a mamá? FELIPE: Mamá está bastante mayor. Dejemos los recuerdos en su sitio… JUAN: No, en serio, ¿le habrá metido los cuernos a mamá? FELIPE: ¿Antes de lo de Lucía? JUAN: ¿La conoció antes? FELIPE: No sé… JUAN: Saliste a él ¿no? FELIPE: Juan, mucha gente le mete los cuernos a mucha gente. A veces de buena, a veces de mala. A veces por tonterías, a veces porque se enamoran de verdad. No tengo idea de la vida sexual del viejo. Capaz que sí. Era pintón, llegaba tarde… ¿por qué no? Da lo mismo. JUAN: ¿Cómo va a dar lo mismo? FELIPE: Ahora da lo mismo. JUAN: No… vos viviste con él… ¿Sí o no? FELIPE: Pero no lo andaba controlando… JUAN: ¿Y mamá? FELIPE: Tuvo sus novios también. JUAN: Des-pués… Es muy distinto. FELIPE: Y a lo mejor antes… ¿Cómo saberlo? Era una mujer… JUAN: Es. Yo la veo todos los fines de semana. FELIPE: Paciencia la tuya…. Juan, no entiendo de qué estamos hablando. JUAN: De principios. Principios en los que siempre creí. Por ejemplo, la monogamia. FELIPE: Hablás de la monogamia como si fuera una religión, una especie de club. JUAN: Es el respeto por tu pareja. FELIPE: Totalmente de acuerdo… Lo que quieras… La monogamia es magnífica… pero es muy difícil… diría más, es casi antinatural. JUAN: O sea, pensás que los monógamos son unos ridículos. FELIPE: No, exactamente lo contrario. Son afortunados. Gente esforzada. Eligieron el camino más complicado y si lo pasan bien, doble premio. Es una maravilla ver una pareja fiel y feliz y activa y sin problemas. JUAN: ¡Sabía que te ibas a burlar de mí! FELIPE: ¿Juan? JUAN: Pensás que Elisa y yo somos pura fachada. FELIPE: Estás loco, me encantan. Invitan a almorzar a mamá… Hacen fiesta para Nochebuena… Elisa me cae… bien. JUAN: No es cierto. FELIPE: Me cae bien… Yo no le caigo bien a ella. JUAN: La encontrás formal, chapada a la antigua… FELIPE: Ella me encuentra informal a mí… Pero no sé de qué te quejás… Tus hijos son estupendos… Elisa se ve como de treinta… JUAN: No se quiere acostar conmigo. FELIPE: ¿Cómo? JUAN: No se quiere acostar conmigo. FELIPE: ¿Por qué? JUAN: O sea, nos acostamos… pero… mirá… al principio todo anduvo bien… no, miento, al principio todo anduvo mal… me lo dijo después… creía que andábamos bien pero yo… FELIPE: ¿Vos qué? JUAN: ¿No te vas a reír de mí? FELIPE: No me estoy riendo de vos. JUAN: Pero te cogiste a Nora en Miramar. FELIPE: Era un adolescente, Juan. Todos éramos adolescentes. JUAN: ¿Y eso qué? ¿Acaso es una autorización para hacer lo que se te dé la gana? FELIPE: Mirá, en la adolescencia nadie está muy seguro de nada. Hace lo que puede. Cree que hace lo que quiere pero hace lo que puede. JUAN: ¿Y te metiste con Andrea de puro adolescente? FELIPE: Juan, estaba casado. Me confundí. Quería a Daniela. ¿Qué querés que haga? Pasó hace mucho…. JUAN: Ya no eras un adolescente. ¿O le vas a echar la culpa a la dictadura? FELIPE: A lo mejor. Qué sé yo. Se murió el viejo… no sé. JUAN: Algunos maduramos… FELIPE: No, no era un adolescente. Está bien. Me porté como un adolescente. Seguramente todavía lo era… Creí que me enamoraba de Andrea… y, bueno, ¿qué hago ahora con todo eso? JUAN: ¿Carla te perdonó? FELIPE: Juan, no estamos en el colegio… ¿Qué es esto, un examen de conciencia? A Carla lo conocí después, separada… JUAN: Lo conocías de antes… Había sido alumna de Daniela. FELIPE: ¿Adónde querés llegar? JUAN: Era mucho más joven que vos. FELIPE: ¿Y qué querés que haga? Sigue siendo mucho más joven que yo… JUAN: ¿Nunca… tuviste miedo de que te deje? FELIPE: Juan, todos podemos ser abandonados. Nadie puede tener propiedad sobre nadie. JUAN: O sea, aprobás la infidelidad. FELIPE: Me cansé, Juanito. Estás rayado… Algo te pasó… No se ve un carajo… Lindo tu club… JUAN: Felipe, con la mano en el corazón… ¿No tenés miedo de sentirte atraído por una muchacha joven… primorosa… fresca… lozana…? FELIPE: Al fin. Estás hablando del Deseo… JUAN: No entiendo. FELIPE: ¿De quién estás hablando? ¿Quién te sacudió las hormonas? ¿Quién despertó tu deseo? JUAN: No importa… O sí. No son exactamente deseos… No sé, a lo mejor tengo… deseos… Me siento ridículo. Leo novelas de amor, escucho heavy metal… Me regaló un poema… Le mandé…. Felipe, no se lo cuentes a nadie… le mandé un ramo de flores… Nunca hice nada… parecido. FELIPE: ¿Nunca? JUAN: Nunca.
FELIPE LO ABRAZA.
JUAN: Te estás riendo de mí. FELIPE: No. Me enternecés. Nunca creí que te pasaran esas cosas… Siempre tan cuadrado. JUAN: ¿Qué? FELIPE: Que mandes flores, que escribas poemas… JUAN: ¡Te estás burlando de mí! FELIPE: Juanito… JUAN: Soy un profesional de prestigio. Un adulto. Padre de familia… FELIPE: Sé lo que sufrís… Lo que sentís… Es una cagada… Enamorarse es una cagada… JUAN: No empieces a sermonearme. FELIPE: Te estás sermoneando solo. JUAN: Soy monógamo. FELIPE: Contame: ¿Por qué crees que Elisa no se encama con vos? JUAN: Es problema mío. No debería haberte llamado… Debería olvidarme de todo y chau… FELIPE: ¿Qué tal te va con el matrimonio? JUAN: Muy bien. FELIPE: Pero recién me dijiste… JUAN: La pasamos muy bien. Somos una familia muy unida, viajamos a todas partes juntos. Nos llevamos bárbaro… Olvídate de todo, Felipe… Saludos a Carla… No te dije nada… ¿OK? Vámonos. FELIPE: Juan, la pareja no tiene nada que ver con la familia… JUAN: No trates de meterme tus ideas en la cabeza. Soy un monógamo auténtico, no como vos. FELIPE: Todos somos monógamos, todos somos infieles. Alguna vez, de alguna manera… JUAN: No tengo ningún problema con Elisa. FELIPE: No cogés… Me lo acabás de decir. JUAN: ¿Tenés que decirlo en voz alta? FELIPE: Te lo digo despacito… No cogés. JUAN: Poco. ¿Y qué? ¿El matrimonio es puro sexo? ¿Eso me querés decir? ¿Que el amor de dos personas solamente se prueba en la cama con el pene entrando en la vagina? FELIPE: Ahora sos vos el que está hablando fuerte. JUAN: El amor no es puramente genital… FELIPE: Eso es lo que te dice ella. JUAN: ¿Quién? FELIPE: Elisa. JUAN: ¿Qué? FELIPE: Te dice esas cosas cada vez que te acercás. JUAN: ¿Cómo sabes? ¿Hablaste con ella? ¿Estás metido con Elisa? FELIPE: Dios me libre, Juan. Todas empiezan a decir eso cuando están atravesadas… JUAN: ¿Todas? No lo sé. Yo no conocí otra mujer. FELIPE: Pero no se quiere encamar con vos. JUAN: La quiero mucho… FELIPE: Te entiendo, Juanito… perdón, Juan. Daniela también se puso así, igual. No sé por qué se ponen así. En mi caso, bueno, lo entiendo, no era muy fácil aguantarme. JUAN: Eras un inmaduro. No sabías ser monógamo. FELIPE: Supongo que sí. Carla es distinta. Creo que incluso soy yo el que le dice esas cosas. Ella me busca, ¿sabés? JUAN: ¿Te busca? FELIPE: Sí. JUAN: ¿Después de cinco años? FELIPE: Sí. JUAN: ¿Muy seguido? FELIPE: Depende. Hay épocas. A veces todas las noches. JUAN: ¿No se pone a ver la tele? FELIPE. No, la sacó del dormitorio. JUAN: Claro, es más joven. FELIPE: ¿Elisa te buscaba? JUAN: Bueno, ella nunca fue muy… apasionada. Es divertido… Con el cuerpo que tenía… que tiene… cualquiera diría… bueno, no es lo mismo… pero después que nació la Pachi… FELIPE: Mierda, hermano. Es una lástima. Ustedes son un matrimonio ideal. No pensé jamás… JUAN: Ahora debés estar contento. FELIPE: No. Me da mucha pena lo que te pasa. JUAN: No te dije lo que me pasa y ya me tenés lástima. FELIPE: ¿No pensaste en ver un profesional? JUAN: ¿Con mi prestigio en la empresa? Ni cagando. FELIPE: Juanito, yo fuí cinco años a una analista. JUAN: Me llamo Juan. ¿No podés acordarte siquiera de mi nombre? FELIPE: Lo que te digo, hice terapia, mamá también… JUAN: Por algo sería… Yo no tengo por qué ir a ver a una psicóloga. FELIPE: O un psicólogo… o un psiquiatra… Todo el mundo se analiza. JUAN: ¡No estoy loco! FELIPE: Mamá estaba deprimida, no loca. JUAN: Igual que Elisa… “Sos igualito a tu mamá”. FELIPE: ¿Así te dice? JUAN: Sí. FELIPE: A mí me decían que era igual a papá. JUAN: Sos. Y yo.. no soy como mamá… Soy monógamo. FELIPE: Ella fue monógama. JUAN: Yo soy más. FELIPE: Tenés que hacer una consulta… Estás hecho un lío. JUAN: Pero tengo hermano ¿no? ¿O lo tengo sólo para cagarme con sus levantes y la marihuana? FELIPE: No fumaba marihuana. JUAN: Fumabas. FELIPE: Juan, me llamaste porque tenías problemas… JUAN: ¿Y cómo me vas a ayudar? ¿Con un porro? FELIPE: No. JUAN: ¿Con pastillas? FELIPE: No. JUAN: ¿Cómo me vas a ayudar? Decime ¿cómo? Yo me voy… ¿Qué estás haciendo? FELIPE: Me estoy sacando la corbata. JUAN: Esperá… No, cómo se te ocurre… FELIPE: No me hagas el nudo, parecemos maricones. JUAN: ¿Ah, sí? ¿Te inhiben mis “demostraciones de afecto”? FELIPE: No es eso. JUAN: ¿Podés ser… un poco…. más cariñoso conmigo? Con tu hermano. FELIPE: Siempre te quise, Juan, de verdad… siempre. JUAN: ¿Soy o no soy tu hermano? Aceptémoslo. Los viejos eran poco cariñosos. ¿Tenemos que tratarnos nosotros así? ¿Cómo dos desconocidos? ¿Solamente porque soy monógamo? FELIPE: Cuando me cuentes qué te pasa, tal vez pueda ayudarte. JUAN: Siempre ponés las condiciones. Siempre las pusiste. Felipe… conocí… No, así no… Me voy… No, no me voy… Tengo un problema… ¡No te rías de mí! Siento una tremenda atracción… No soy un adolescente, Felipe… Yo… FELIPE: Estás enamorado… JUAN: ¿Cómo se te ocurre? Já já já… O sea…. ¡Ay! A lo mejor… No, no, no… No estoy enamorado…. Já já já…. ¡Enamorado! ¿Yo?…. Enamorado… ¡Ay! Es uns muchacha… Tiene la edad de mi hija… ¿Cómo me voy a enamorar de alguien así? Yo no… ¿Yo? Se me va a pasar… Se me va a pasar… ¿Es la crisis de los cuarenta? ¿O la de los treinta? FELIPE: ¿Quién es? ¿Cómo se llama? JUAN: Me encanta….. No puedo dejar de pensar en ella… La veo y me derrito… Le mandé flores ¿te conté? y… y… no pude ponerle nada en la tarjeta… Nada…. Y ella…. se dio cuenta… perfectamente… Llegué a la oficina… al contestador y estaba la voz de ella… Gracias, tío, decía…. FELIPE: ¿Tío? JUAN: Siempre me dice tío. FELIPE: Tío… ¿Le estás mandando flores a Julia? JUAN: ¿A tu hija? ¿Cómo se te ocurre? No soy ningún psicópata ni me ando metiendo con las mujeres de mis amigos… y menos con mi sobrina. FELIPE: Pero te dice tío… JUAN: ¿Y cómo te dicen las amigas de Julia? FELIPE: Felipe. Mi mujer, mis amigos. Mi hija también. JUAN: ¿También? FELIPE: ¿Cuál es la novedad? JUAN: Estás perdiendo autoridad. Sos su padre. FELIPE: Pero me llamo Felipe. Me dice papá, viejo, Felipe, depende… JUAN: Es casi incestuoso… FELIPE: Juanito…. ¿quién es? JUAN: ¿Quién? FELIPE: La de las flores… ¿Le mandaste orquídeas? Qué cursi… JUAN: No es cursi, es caro. FELIPE: Igual que a Elisa… Seguro… La florista de siempre… Puso tu tarjeta… JUAN: ¿Mi tarjeta? FELIPE: ¿Dónde compraste las flores? JUAN: Donde las compro siempre… pero no escribí nada. FELIPE: Ella la puso… Hace más de veinte años que le mandás flores a Elisa… Las mismas orquídeas, la misma tarjeta… JUAN: ¿Creés que la florista se dio cuenta? FELIPE: No. O sí. Da lo mismo. Mucha gente le regala flores a mucha gente. Las flores son hermosas, alegran la vida. A Daniela no le gustaban… A Carla sí. A Elisa le gustan ¿no? JUAN: Ya no.. FELIPE: Pero… si cada vez que voy a tu casa parece un cementerio… quiero decir, un jardín. JUAN: Las manda mi secretaria… Es una rutina, sí… Las rutinas son buenas… Ser puntual, pagar lo que se debe, ayudar a un hermano… No enamorarse de quién no debés… Las flores las pone la sirvienta…. Elisa tiene un poco… de alergia… Las tira… después. FELIPE: Ya me olía mal tanta flor… JUAN: Yo… no quiero separarme, Felipe. Es la primera vez que me pasa. No te rías, por favor. FELIPE: No me estoy riendo… ¿Cómo se llama? JUAN: ¿Quién? FELIPE: La muchacha. JUAN: Te vas a reír de mí. FELIPE: Si me seguís diciendo eso te voy a terminar dando una cachetada. Estamos hablando como dos hermanos grandes. Mi hermano menor me llamó porque tiene problemas. Y yo quiero ayudar a mi hermano menor. JUAN: Tenés que remarcar eso de menor. FELIPE: ¿Podés dejar de portarte como un acomplejado? No tengo la culpa de hacer nacido antes que vos. Yo también te tuve envidia. Eras el buen alumno, el prolijo, el lindo. Yo era el bueno para nada, el artista. Ya, lloremos toda la vida. Ese no es el problema ahora. JUAN: Soy monógamo. FELIPE: Y estás a punto de dejar de serlo. JUAN: Lo decís como si fuera un chiste… FELIPE: Bienvenido al club de los hombres comunes y corrientes. La pareja no cura todo. La felicidad va y viene. Un día aparece una muchacha como un rayo de sol y te hace descubrir lo oscuro de tu vida… JUAN: ¡Estuviste leyendo mis apuntes! FELIPE: ¿Qué? JUAN: ¡Estuviste leyendo mis apuntes! Ese es un poema que le escribí… FELIPE: Juan, ese poema lo escribimos todos. Hombres y mujeres. Apareciste y me cambiaste la vida. No sé qué hubiera sido de mí sin vos. Me hiciste renacer. Me tocás y me estremezco. JUAN: Hablás de mis sentimientos como si fuera una canción de Paloma San Basilio. No es cualquier muchacha. Es una mujer especial. Tiene veinte y dos años… FELIPE: Guau… JUAN: ¿Guau qué? FELIPE: Dinamita, hermano, veintidós es todo un riesgo… Un volcán… JUAN: ¿Estás trivializando mis sentimientos? ¿Eso hacés? FELIPE: No, hice un comentario idiota, ¿está bien? JUAN: No es una muchacha cualquiera. Es mucho más madura que su edad. Vivió en el extranjero. FELIPE: ¿Cómo la conociste? JUAN: Es compañera de Nicolás. FELIPE: Ah, una joven arquitecto. JUAN: Todavía no se recibió. FELIPE: Pero es mayor de edad. JUAN: ¡Y muy madura! Se aburre con los de su edad, me lo dijo. FELIPE: Terrible… JUAN: No puedo hacerle esto a mi familia. ¿Cómo se quita? Dame una solución, por favor. Hoy voy a verla. Tenemos una cita definitiva. FELIPE: ¿Acá? JUAN: No. En otra parte. Su…departamento. FELIPE: Mierda… Con todo… JUAN: Tengo que decirle algo. Algo… ¿No la veo más? ¿Fumo marihuana? ¿Ayuda? Alcohol no, es muy mal visto en la empresa. ¿Pido un vodka? No se nota en el aliento, no? FELIPE: ¿Cómo se llama? JUAN: ¿Quién? FELIPE: La muchacha… la mujer de tu vida. JUAN: Alondra. FELIPE: ¿Alondra? JUAN: Sí. FELIPE: Hija de hippies. JUAN: Es parte de sus problemas. No tuvo un padre bien estructurado. Su madre la tuvo jovencita, no estaban casados… FELIPE: Estás enamorado, eso es todo. JUAN: ¿¡Eso es todo!? FELIPE: Nunca conociste a alguien así. Seguramente muy liberal… Carla era así. También tuvo un lío con un hombre mayor, casado. JUAN: Yo nunca engañé a mi mujer. Ni siquiera tengo fantasías sexuales con Alondra. No podría tocarla. Es pura, virginal, dorada. Tiene los ojos verdes y hermosos como… como… FELIPE: Esmeraldas, lagunas silvestres, rocío… JUAN: Sí, claro… ¿La conocés?… El pelo suelto, ondulado suavemente por el viento, huele a flores…. Su cuerpo es frágil y ligero… Es como una hoja que se curva al viento… FELIPE: Y tiene un culo de veinteañera que te cagás… JUAN: No dije eso. FELIPE: Pero lo tiene. Usa los pantalones ajustados, el pelo suelto sobre los hombros, mira de reojo, se ríe dulcemente de tus costumbres pequeño burguesas y escucha música que no entendés ni por asomo. JUAN: Me estuviste siguiendo. FELIPE: Di clases en Arquitectura, eso es todo. Tengo una hija un poco menor que tu Alondra. ¿Habla francés? JUAN: ¿Quién? FELIPE: ¿De quién estamos hablando? JUAN: ¿Cómo sabés? FELIPE: Porque estás enamorado. Porque de una mujer así se enamora todo el mundo. Y vos estás débil. JUAN: Otra vez soy el débil. FELIPE: No, siempre fuiste fuerte pero… Tenés problemas con Elisa ¿no? JUAN: No… Después de la operación… FELIPE: ¿Sentís que te quiere? ¿De verdad? ¿Hablaste con ella? JUAN: ¿De Alondra? FELIPE: No. Ni se te ocurra hablarle de Alondra. Escuchame un minuto… No sé qué pasó entre vos y Elisa, pero algo está pasando. ¿Me oís? Un par de instrucciones. No más flores ni poemas. A Alondra dejala ahí. El mundo está lleno de Alondras y de Palomas y de bellísimas muchachas que no dejarán pasar la oportunidad de seducir un hombre maduro. No hay nada que les guste más. Una vez por lo menos. JUAN: Es una muchacha inocente, no una seductora. FELIPE: El inocente sos vos. Te cita en su departamento… En otros tiempos no me lo perdía. JUAN: Es la primera vez que me siento así. FELIPE: Y es lo máximo. JUAN: Sí. FELIPE: Y no sabés estar enamorado. JUAN: Sé estar enamorado. Soy monógamo. FELIPE: No es lo mismo. Estás enamorado…. No te vas a casar… No es happy end… Es un polvo… y chau. JUAN: No es una frivolidad… Para vos quizás. FELIPE: No, no es una frivolidad… Es preciosa… encantadora, sexy… y no cogés. JUAN: Silencio. Es mi club. FELIPE: ¿Nadie coge acá? JUAN: ¿Podés tomarme en serio? Estoy sufriendo… FELIPE: ¿Qué pasó con Elisa? JUAN: Nada. ¿Qué tiene que ver? FELIPE: Todo. Todo tiene que ver con vos y con Elisa. Si no estuvieras casado ni siquiera me llamás… Vas a lo de Alondra y la pasás bárbaro… Nueve semanas y media, hermanito… JUAN: No, me da miedo… FELIPE: Todo te da miedo… La caída de la bolsa te da miedo… la crisis asiática te da miedo… Los japoneses te dan miedo… ¿Qué pasó con Elisa? ¿Te dio miedo? JUAN: ¿Qué tiene que ver? FELIPE: ¿Qué pasó antes? Cuando pasaban cosas. ¿Por qué dejó de pasar lo que pasaba? JUAN: Cuando te metiste con Andrea, decías que Daniela no tenía nada que ver… FELIPE: Todo tenía que ver. JUAN: Te estás haciendo el psicólogo conmigo. FELIPE: Estoy tratando de entender qué te pasa JUAN: ¡Estoy enamorado! ¿Es muy raro eso? ¿Puedo? FELIPE: ¿Cómo ha sido tu vida íntima con Elisa? JUAN: ¿Qué tiene que ver? FELIPE: Todo tiene que ver con la vida íntima… Todo… Vos sabes por qué se fue papá de casa… JUAN: Mamá lo echó… FELIPE: El viejo se fue. JUAN: Vos decías que era por el golpe… FELIPE: No era el golpe, era la vida íntima con mamá. JUAN: ¿Vos creés que tiene que ver con Elisa? FELIPE: ¿Cómo te llevabas en la cama con Elisa? JUAN: Bueno…yo… acababa rápido. FELIPE: Ah… JUAN: Me controlaba… pensaba en otra cosa, pero igual. FELIPE: ¿No consultaste a nadie? JUAN: ¿Cómo se te ocurre? FELIPE: Podrías haberlo hablado conmigo. JUAN: ¿Y que te rieras de mí? FELIPE: Hasta a papá le pasaba. JUAN: A papá no le pasaba nada. FELIPE: Yo hablaba con él… Viví con él… ¿Por qué creés que la vieja no me lo perdona? JUAN: Te habrías reído de mí si te cuento. FELIPE: Hermanito, tenés razón. En esos tiempos era tan pelotudo que quizás me hubiera reído de vos. Papá estaba vivo… Creía que me las sabía todas… Ahora no… Yo también algunas veces acabé rápido, también algunas veces no hay función… De todo. JUAN: No se te… FELIPE: A veces. JUAN: ¿Vos? ¿Impotente? ¿Sos impotente? FELIPE: ¿Estás pidiendo un trago? ¡Un impotente on the rocks, por favor! Y una ejaculatio praecox con naranja… JUAN: No es broma… Pero confesar tu impotencia… FELIPE: No soy impotente. Dos o tres veces que no se me paró… JUAN: ¿Y Carla que hizo? FELIPE: No me pasó con Carla. No importa con quién. Y me puede pasar de nuevo y mejor no pensar en eso. JUAN: Bien buena. Yo acomplejado y el famoso Felipe es impotente. FELIPE: No seas desgraciado, hermano. JUAN: Jamás me acosté con una novia tuya. FELIPE: No supe que era novia tuya y me temo que ella tampoco…
BOFETADA DE JUAN.
JUAN: ¡Yo siempre quise a Elisa! FELIPE: Pero… JUAN: Y ella siempre me dijo: ¡Debí haberme casado con tu hermano! ¡Mucho más hombre! ¡Mucho más divertido! Yo le decía, es un hijo de puta, se mete con todas las minas que se le ponen delante… Y ella me dijo: quiero un hombre, un hombre.
FELIPE LO ABRAZA CONMOVIDO.
FELIPE: Sos todo un hombre, Juan. Debe haber estado enrabiada. No debiste hacerle caso. Hermanito…. Siempre envidié tu solidez… De verdad… Podría haberte ayudado más… Siempre… hubiera querido ser como vos. JUAN: ¿Qué hago? FELIPE: Con Alondra nada. JUAN: Me vuelve loco… FELIPE: Mirá, Juan, ¿por qué no nos vamos este fin de semana… a Miramar? JUAN: Está venido a menos… Ni loco. FELIPE: Por eso. Creo que tenemos mucho que hablar… JUAN: ¿Y si alguien me ve en ese lugar de mierda? FELIPE: Los mejores años de nuestra vida los pasamos en Miramar. JUAN: Pero… soy… un miembro selecto de este club… ¿Qué va decir Elisa? FELIPE: ¿Elisa? JUAN: Se volvió una mujer celosa, distante, terrible. Se da cuenta que estoy enamorado de otra… ¡Y soy monógamo!… ¡Sólo amo a Alondra! FELIPE: Juan… es mejor tomar distancia… JUAN: Además… no te conté lo peor. FELIPE: ¿Qué? JUAN: Me la presentó Nico. FELIPE: ¿Nico? JUAN: Sí, me dijo que era la mujer de sus sueños… la mujer de su vida. FELIPE: ¿Es su novia? JUAN: No, no es su novia. Son compañeros, amigos… pero ella… FELIPE: ¿Ella qué? JUAN: Ella me dijo que lo encuentra muy… inmaduro. FELIPE: ¿A Nico? JUAN: ¿A quién más? ¿Qué insinúas? FELIPE: Nada, digo que encuentra inmaduro a tu hijo… JUAN: Como vivió afuera… Es una mujer hecha y derecha… Siente que es un nene…. Mi Nico… FELIPE: ¿Qué? JUAN: La adora. FELIPE: Nico. A Alondra. JUAN: Está locamente enamorado. FELIPE: Dios nos guarde… JUAN: Y me dijo que siempre había pensado en un hombre con experiencia… en un hombre hecho y derecho… que se sentía muy mayor para la gente de su edad… que… si me hubiera conocido en otro momento… si no fuera el padre de Nico… si no estuviera casado… FELIPE: Que se sentía profundamente atraída por vos… JUAN: Sí… y yo le dije… FELIPE: Que te sentías profundamente atraída por ella… JUAN: ¿Es necesario que me hables con ese tonito de suficiencia? ¿Te trato así alguna vez? FELIPE: No, pero esas cosas… las dijimos todos… JUAN: ¿Y por qué no las puedo decir yo? ¿Porque soy monógamo? ¿No tengo derecho a que mi corazón estalle de dolor alguna vez? ¿Qué hago? ¿Y si Alondra es la mujer de mi vida? FELIPE: No existe la mujer de tu vida. JUAN: Ah, claro. Después que probaste todo el frutero llegás a esa conclusión. Elisa era la mujer de mi vida. Quise que lo fuera. Esto no me había pasado nunca. Yo me dije: una sola mujer en mi vida. Una sola. Voy a separarme. FELIPE: ¡Juan! ¡Estás loco! JUAN: ¿Y qué hago? Hoy hablo con Alondra. Y después con Elisa… FELIPE: Calma, hermanito. JUAN: No soy un cínico adúltero como vos… Soy monógamo… ¡Hace diez días que no duermo! FELIPE: Juan, no… ¿Qué te pasa? Es la novia de Nico… JUAN: No es la novia de mi hijo. FELIPE: Estás casado. JUAN: La verdad y la sinceridad antes que todo. FELIPE: A veces no hay nada más peligroso que la verdad y la sinceridad. JUAN: Vos y tu moral acomodaticia… Vos, el “consecuente”. ¡Siempre fuiste un hipócrita! Yo no puedo faltar a mi moral… ¿Sabés qué siento cuando entro a casa y la veo a Elisa de lo más campante y guapa y madura y leal… pero… inalcanzable? FELIPE: Juan, tengo algo que decirte. JUAN: Hasta pensé en hacerme cura. FELIPE: Juan, escuchame… Vos y Elisa… JUAN: Me voy a separar y me voy a ir a otro país. Voy a pedir un traslado temporario. Voy a esperar que esto se me pase y volver a los brazos de mi legítima esposa. ¿Será lo mejor? Me queda una hora, Felipe… Alondra, lo nuestro no puede seguir… Elisa, lo nuestro no puede seguir… ¿Qué hago? FELIPE: Elisa…. estuvo saliendo con alguien… JUAN: ¡Elisa! No me hagas reír… ¡Esa esfinge! Odia el sexo, odia todo lo romántico… FELIPE: Con vos. No quería que lo supieras. No tenías por qué saberlo. Creo que ustedes se quieren pero tienen que entender que la fidelidad…. JUAN: Es relativa… ¿no? ¡Cínico! FELIPE: No, no digo eso. Es difícil. Es muy difícil. JUAN: ¿Con quién salió? FELIPE: No es lo más importante. JUAN: ¿Con quién salió? El último en enterarme. Yo, lleno de culpa por lo de Alondra y Elisa, la muy puta… FELIPE: No me consta que haya tenido nada sexual, pero… JUAN: Pero qué… ¿Se mandaron flores? ¿Poemas? FELIPE: Como vos con Alondra…. JUAN: Estás mintiendo. Estás celoso. Tenés celos de mi sólida relación con Elisa. Tenés envidia de lo atractivo que puedo ser para una muchacha de veinte años. Tenés envidia de mi absoluta y coherente monogamia. Hermano, siempre fui mejor que vos… FELIPE: Es muy probable. JUAN: ¿Qué? FELIPE: Que hayas sido y seas mejor que yo. JUAN: Pero vos sos el artista famoso, ¿no? ¿No es injusto? Y ahora me decís que tengo que renunciar a mi pasión…. FELIPE: No quiero que sufras. JUAN: Sufro lo que quiero. No necesito de tu paternalismo. Ni de tus consejos. Nadie te da derecho a decirme qué hago con mi vida. Nadie… Además, ya no acabo rápido… FELIPE: ¿Cómo lo sabes? JUAN: Con Alondra tenemos un sexo espléndido… FELIPE: Pero si hace un rato me dijiste… JUAN: Ella me ama. Yo la amo. Eso es todo. FELIPE: ¿Pero no querías olvidarla…? JUAN: ¡Claro que sí! ¿Por qué crees que te llamé? ¡Para que me ayudes! ¿Y cómo me ayudás? Diciéndome que soy un eyaculador precoz, que mi mujer me engaña, que Alondra es una puta adolescente, que soy un imbécil, que todos las monógamos somos unos pelotudos… PAUSA.
FELIPE: ¿Querés saber la verdad? ¿Vas a ser capaz de oírla sin chillar? JUAN: Bueno. FELIPE: ¿Estás calmado? JUAN: Sumamente calmado. FELIPE: Dejá de mover los pies. JUAN: No los estoy moviendo. FELIPE: Estás moviéndolos. JUAN: ¡Son mis pies! FELIPE: Con Elisa nos vemos todas las semanas. JUAN: ¡Hijo de puta! FELIPE: Silencio que te echan del club. JUAN: Hijo de puta… FELIPE: Al final si querés me pegas, pero primero me escuchás. JUAN: Eras vos… siempre el culpable de mis desgracias… FELIPE: No nos tocamos. Solamente almorzamos y me habla de vos. Y me dice que se siente mal. Que quiere arreglar las cosas. Que no sabe qué le pasa. JUAN: Te acostaste con ella. FELIPE: No. No. JUAN: Te acostaste con ella… Te acostaste con mi esposa. ¿Cuándo? ¿Dónde? FELIPE: No la toqué. JUAN: Claro, te parece vieja, fea, arrugada. Total, es la esposa de tu hermano… FELIPE: No, me parece una mujer muy atractiva, muy confundida y que necesita conversar con su marido y no sabe cómo hablar con él. JUAN: ¿No te acostaste con ella? FELIPE: Ni siquiera se habló del asunto. JUAN: ¿Y por qué se encuentran? FELIPE: Me tiene confianza, qué sé yo… JUAN: A ella no la mandaste a un profesional. A mí sí. El loco soy yo. FELIPE: Sí, le dije que pidiera ayuda. JUAN: ¿Es cierto? FELIPE: Sí, es toda la verdad. JUAN: No, no es. FELIPE: No te miento, Juan. De veras. JUAN: Yo te mentí. FELIPE: Bueno, fuiste poco a poco contándome todo… JUAN: No, te mentí. FELIPE: Sos incapaz de mentir. JUAN: Eso crees vos. FELIPE: Juan, nunca me mentiste… Sos mi hermano menor… JUAN: Ella ya me había contado que se encontraba con vos. FELIPE: Para que veas lo inocente del asunto… JUAN: Para ella no. Siente que se equivocó de hermano ¿Entendés? Está enamorada de vos. Del tío de sus hijos. FELIPE: No, no es así… JUAN: Sí, es así… Nos guste o no, es así. FELIPE: El mejor de los dos sos vos, Juan. JUAN: Además… Carla también lo sabe. FELIPE: ¿Carla? ¿Qué tiene que ver en esto? JUAN: Es tu pareja, ¿no? FELIPE: No me dijo nada. JUAN: Yo se lo dije. FELIPE: ¿Qué me quieres decir? JUAN: Me acosté con Carla, Felipe. FELIPE: ¿Vos? JUAN: Yo, el enclenque, el bueno para nada, el frío, el puntual, el boludo. FELIPE: El monógamo. JUAN. El monógamo. FELIPE: ¿Con Carla? ¿Qué estás tratando de hacer? JUAN: Lo hecho, hecho está… Estuvimos juntos… Me acosté con ella… Quería ponerme en tu lugar… Ya no importa. FELIPE: Me estás mintiendo. JUAN: ¿Creés que solamente vos podés ser el que ríe al final? FELIPE: Está bien. Saquémonos las caretas… Carla me lo contó. Lo sé. No se acostaron. JUAN: Nos acostamos. FELIPE: Casi se acostaron… Fueron momentos difíciles. Ella se angustió con lo de Elisa. Pero vos no pudiste. JUAN: ¡Pude! ¡Claro que pude! FELIPE: ¿Importa eso ahora? Hablemos claramente. Lo sé todo. Lo sabés todo. Lo hablé con Carla. Lloré con ella. Ella y yo sabemos lo difícil que es esto. La adoro. Creo que me quiere. No puedo hacer nada para controlarla. Tengo que confiar en que no se va a ir. Lo que sé es que si tenemos problemas los hablamos. JUAN: ¿Te dijo que no pude? FELIPE: No me pidas detalles. Yo no se los pedí. JUAN: Bueno, con Alondra pude. Y puedo. Y voy a poder. FELIPE: ¿Por qué no hablas con Elisa? JUAN: ¿Yo? ¿Con esa traidora? Alondra es pura, sana, limpia. FELIPE: Es una pendeja, Juan. JUAN: Pero es el futuro. Es distinta. ¿No me puedo dar una vida distinta? Vos te la diste. FELIPE: ¡Y sufrí un infierno! JUAN: Bueno, ahora me toca sufrir a mí. Casi me acosté con Carla, quiero que lo sepas. Tuviste suerte. Tu maldita buena estrella. Pero apareció Alondra en mi vida. FELIPE: Y vas a lastimar a tu hijo. El no te hizo nada. JUAN: Se ríe de mí. Me dice que soy un viejo, se burla de mis costumbres, me saca el auto. FELIPE: Es inmaduro. JUAN: ¿Y por eso tiene licencia para matar? Bueno, llegó la hora de ser inmaduro. Ahora me toca a mí. FELIPE: Elisa te quiere… JUAN: No, te quiere a vos. Y Nicolás te admira. Y Pachi siempre dice que quisiera tener un padre como el tío Felipe. Y Carla te es fiel, la muy puta ¿Te das cuenta cómo se fueron invirtiendo los papeles? Ahora sos vos el monógamo, el formal, el correcto, el ideal. Y yo me voy a dar el gusto de ser el que hace lo que quiere. Y lo que quiero es Alondra. FELIPE: La conozco. JUAN: No me digas que también… FELIPE: Nico me la presentó. Es un bombón. Linda y con una gran confianza en sí misma. Como era yo, como era Andrea, como fuimos todos alguna vez. Vos no, vos eras distinto. Eras más riguroso. JUAN: No…. No me lo digas… ¿Te acostaste con Alondra? FELIPE: No. Pero… también me dijo lo de Nico. JUAN: ¿Qué cosa? FELIPE: Que a tu hijo lo encontraba muy chico para ella, que buscaba un hombre más maduro. JUAN: Te acostaste con Alondra… FELIPE: No, no, jamás… ¿Querés saber la verdad? JUAN: ¿Hay alguna mujer con la que no te hayas acostado? FELIPE. Muchas, infinitas… Ya no me interesa. No soy un coleccionista… ¿Querés saber la verdad de lo que pasó con… Alondra? JUAN: ¿Queda otra salida? FELIPE: La miré a los ojos. Preciosos, de verdad, preciosos, un cuerpo de morirse. Y le dije que ya era un lobo viejo. Que sabía que no somos los hombres los que elegimos. Que ella estaba en plena cacería y yo ya no tenía ganas ni necesidad de sentirme el rey de ninguna selva ni el macho de ninguna película. Si quieres contárselo a Carla, ya lo sabe. Se dio cuenta ni bien la vio. Siempre hablamos. Ella se da cuenta cuando una mujer me mira. Yo me doy cuenta cuando alguien la mira. Sabemos que si estamos juntos es porque queremos. Podríamos tener otras parejas. No queremos. ¿Sabes por qué te aceptó? JUAN: Por lástima ¿no? Para hacerle un favor al hermanito menor. FELIPE: No. Se sintió muy atraída. Me dijo: tu hermano tiene algo muy pero muy atractivo pero no lo sabe… Tiene que encontrar una mujer que lo ame, pero primero tiene que darse cuenta el hombre que es. JUAN: Yo sé perfectamente… el hombre que soy. FELIPE: No, no lo sabés… yo tampoco lo sabía. Y no soy ninguna maravilla… Vos… Nos la pasamos comparándonos… Ellas saben… Ellas son las que nos enseñan… Elisa no pudo enseñartelo… Alondra a lo mejor… No sé… No quiero que sufras… Hacé lo que quieras… Yo te quiero mucho, y voy a estar ahí, siempre… Soy tu hermano… Y, de verdad, Juan, te quiero y te admiro. JUAN: ¿Me admirás? FELIPE: Te admiro. JUAN: ¿Por qué? FELIPE: Te va bien en la vida… Tenés una familia fantástica… JUAN: ¡Una familia burguesa! ¡Con una mujer de hielo! ¡Llena de reuniones de padres y grupos de reflexión y boludeces! Autito, playita, resort, viaje a Disneylandia, cumpleaños… FELIPE: ¡Esas no son boludeces! Son cosas de la vida. JUAN: ¿Qué sabés vos? Son boludeces. FELIPE: Bueno, son boludeces… La vida, hermano, se hace a punta de boludeces… Maravillosas y pequeñas boludeces… JUAN: ¿Y el amor? ¿Y la pasión? FELIPE: No sé. JUAN: Tenés que saberlo, sos mi hermano mayor. FELIPE: Estamos igual de perdidos, Juanito.
PAUSA.
JUAN: Pipe… ¿creés que Alondra me quiere? FELIPE: Puede ser. JUAN: ¿Para siempre? FELIPE: ¿Quién quiere para siempre? ¿Quién puede asegurarlo? JUAN: ¿Elisa me quiere? FELIPE: Nunca se deja de querer. Nunca. Nunca se olvida. No vas a olvidar a Alondra. Ni a Elisa. No hay monogamia posible. Yo nunca olvidé a Daniela. Ni a Andrea. Amo a Carla. No la voy a olvidar nunca. JUAN: No ayudaste en nada. ¿Te das cuenta? Voy a ver a Alondra y no sé qué decirle… FELIPE: No. Me temo que no. Puedo quererte, ayudarte, bancarte, pero no puedo vivir tu vida. JUAN: Me da miedo equivocarme, Pipe. FELIPE: Te da miedo vivir, Juanito. Siempre te dio miedo. Y tenías razón. Nos arrepentimos igual. Por el dolor de vivir o la tristeza de no haber vivido. JUAN: Parece un tango. FELIPE: Es. JUAN: ¿Esto es amor, Felipe? ¿Es amor? Si no lo sabes vos quién lo puede saber… Sos mi hermano mayor… ¡No me falles ahora! ¿No tenés nada que decir? ¿Qué hago? FELIPE: Cuidate, cuidate mucho. JUAN: ¿Tenés un encendedor? FELIPE: ¿Un encendedor? JUAN: Sí, un encendedor… Ah, el Ronson de los viejos tiempos… FELIPE: Boludeces de pendejos.. JUAN: Así, en los vaqueros… FELIPE: Te vas a destrozar los pantalones… JUAN: Me da lo mismo. FELIPE: Es lindo el traje JUAN: ¿Te gusta? ¿En serio? Gracias… Italiano… FELIPE: Quédatelo. JUAN: ¿Me lo regalás? FELIPE: Sí, pero no te destroces los pantalones. JUAN: Siempre quise tener uno. A lo Bruce Springsteen… En los vaqueros… FELIPE. El viejo me regaló el primero. JUAN: Fumaba Particulares el viejo… FELIPE: Fumar hace mal… Juan… Nunca fumaste… JUAN: Hay que vivir ¿No es cierto, hermano? Papá decía eso. Estábamos como la mierda y decía lo mismo. Corrían con mamá de la mano… FELIPE: Por Miramar… Deberíamos habernos quedado en Caballito. JUAN: Jugábamos a los soldaditos, al ludo… FELIPE: Sí, pero te hacía trampa… JUAN: Me daba cuenta. FELIPE: ¿Sí? JUAN: Pero… eras mi hermano mayor… FELIPE: ¿Qué hacemos, Juan? JUAN: Vivir…
FIN
Marco Antonio de la Parra. Todos los derechos reservados Buenos Aires, Argentina. Septiembre de 2000 – CELCIT. Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral
Por Pedro Banoviez Formado en Antropología Social en la Universidad de Chile Fundador de la Corporación Cultural Nuevo Horizonte de Paine Ex Profesor e investigador en Historia de Chile Contemporáneo (UMCE). Ex Director del periódico El Colono, de Traiguén. Ex Director de Extensión Cultural y Comunicación Social, Universidad de La Frontera, Temuco.
Cuando se habla de “cultura” o lo “cultural”, estamos frente a una polisemia, o sea, frente a una palabra que tiene varios significados. Hay tres grandes dimensiones semánticas, de significado, del término “cultura”, dentro de las cuales a su vez hay algunas variaciones.
La cueca (Chile central)
El primero es un nivel que podríamos llamar planetario, donde “cultura” aparece contrapuesto a “naturaleza”, lo natural, por un lado, lo que es propio de la naturaleza de las cosas, lo cultural por otro lado, todo lo que ha sido hecho por el hombre. Allí nos encontramos con la agricultura, o sea, la cultura agrícola; la mano cultura, todo lo que es producido, lo que no es heredado de la naturaleza. También hablamos de ideo cultura, todas aquellas manifestaciones del pensamiento, las creencias, las costumbres.
Un segundo nivel de uso del término “cultura” es el que podríamos llamar de la sociedad. De acuerdo a este, “cultura” es todo lo que es transmitido de generación en generación en una comunidad o en una sociedad determinada y que identifica a esta. Se trata, entonces, de una idea caracterizada por la transmisión generacional y la identidad. Aquí entra el folklore, lo tradicional, lo identitario en un sistema social concreto. Como una sociedad es un sistema, desde el otro lado de la medalla, los sistemas forman parte de sistemas mayores o suprasistemas, pero también cuentan en su interior con subsistemas. Si tomamos, por ejemplo, la sociedad y cultura chilena como un sistema, este forma parte de un sistema mayor, como puede ser el supra sistema de todas las sociedades castellano parlantes de América. Mientras que hacia su interior hay subsistemas, llamados también subculturas, como son las distintas tradiciones locales, regionales o de determinados conjuntos de personas dentro de la sociedad. Allí encontramos las subculturas de los mineros, de los pescadores, de los huasos, etc.
Una chingana
Hay también un tercer nivel en el que se usa la palabra “cultura”, que podríamos llamar “de las personas” por ser independiente de una sociedad determinada. Se trata del cultivo de expresiones intelectuales y artísticas que trascienden el condicionamiento social. Surge entonces la apreciación de un patrimonio que trasciende las sociedades. Allí encontramos la música, la literatura, la filosofía, las humanidades en general.
Dentro de este nivel también está todo lo que podemos considerar como innovación, que responde a la creatividad de las personas. Como esta creatividad al surgir de una o más personas no es algo tradicional, puesto que no ha sido traspasada de una generación a otra, cuando es asimilada por la sociedad, recién entonces pasa a ser un elemento cultural, en el sentido de que forma parte del patrimonio que se transmite de una generación a otra. El folklore, por lo tanto, es una parte de la tradición, de la cultura de un pueblo determinado. Aquello que es creatividad personal o grupal que se inspira en el folklore está en el último nivel mencionado, el de la creatividad, a la espera de ser asimilado por la sociedad. Si ello ocurre, y la innovación pasa de una generación a otra, entonces pasará a formar parte el folklore, de la tradición, de la cultura en el sentido identitario de una sociedad.
Clases de cuecaNoche buena en La CañadaHuasos en La Victoria, PaineHuasos en La Victoria, Paine
La semana anterior a la Navidad, asistí a la presentación de fin de año del Taller de Teatro Infantil que se ofreció durante 2022 en el Centro Cultural de Paine.
Entré a la sala como si nunca hubiera visto una obra, consciente de que el teatro infantil tiene sus propias formas y propósitos, muy distintos al teatro para adultos. Salí muy sorprendido, luego de encontrarme con un trabajo promisorio, escaso en estos tiempos en que los conceptos de arte y entretenimiento se confunden.
También esperanzado ante una posible «vía de escape» a los problemas del teatro en la comuna painina. Porque la introducción y desarrollo del teatro se convierte en un verdadero desafío en una comuna donde no se ha visto más que teatro comercial, donde el público aún espera el teatro de los sainetes, de la zarzuela y aquellas obras hechas “para no parar de reír”, o sea, el teatro como se hacía hace prácticamente cien años. Deben agregarse también las dificultades propias del teatro en cuanto disciplina artística, como son su amplia variedad de formas y técnicas, desde el “teatro de la palabra” hasta el “teatro del silencio”, por ejemplo, o la profusa producción teatral montada para gente de teatro, dedicada a ella, en lugar de apuntar al público común. Bueno, me refiero a Paine sabiendo que es un problema que se vive en todas partes.
Vayamos ahora al escenario.
La actriz Valentina Larraín, a cargo del taller integrado por una decena de estudiantes, recurre a dos sencillos, pero decisivos recursos.
Primero, escoge un texto conocido y probado, una pieza clásica del teatro infantil chileno, asegurándose así de que el contenido de la muestra se desarrolla sin riesgos.
Se trata de la «La princesa Panchita», comedia musical infantil escrita por el dramaturgo Jaime Silva (1934-2010), estrenada en octubre de 1958 por la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile, con música escrita por Luis Advis.
Se asegura también la profesora de un buen resultado omitiendo la parte musical de la obra, usando sólo el texto, sin que la representación alcance a perder contenido ni reste al interés del público.
La obra cuenta la historia de una niña cuyos padres pretenden casar con un príncipe muy rico. Por medio de la intervención de un hada, esta logra que los dos príncipes pretendientes hagan una competencia.
En segundo lugar, Larraín aprovecha novedosamente los recursos del estupendo Teatro Miguel Letelier Valdés (el nombre formal del Teatro de Paine) usando los discretos parlantes laterales del escenario para «apuntar» a los actores. Soluciona así un problema difícil de evitar en los actores principiantes, la memorización del texto, por tratarse de una obra exigente que se extiende hasta los cuarenta y cinco minutos.
Varios otros elementos contribuyen a completar una buena experiencia como espectador: nutrido público, cercano al centenar; iluminación y sonido sin estridencias, suministrado profesionalmente por el técnico del teatro; escenografía de buen gusto, discreta y construida prolijamente (los árboles de cartón, por ejemplo); un vestuario que identifica la escena con la vida campesina de Paine; una actitud concentrada y controlada de parte de los actores.
Ante este excepcional panorama, parece propicio imaginar la ruta a seguir en Paine para formar una tradición de práctica del teatro, práctica en cuanto espectador y como teatrista. Porque, claro, uno siempre quiere más, por lo que se comienza a imaginar que este puede ser el inicio de un proceso que en, digamos, cinco años, puede conducir a contar con una escuela de teatro en la comuna y suficiente público interesado en ver una obra cada mes.
Un taller para niños como el que recién hemos visto es un buen punto de partida. Debiera fortalecerse con una promoción apropiada para conseguir una mayor participación de niños y jóvenes, con asistencia a clases dos veces por semana, y la búsqueda del financiamiento de alguna empresa de la zona para contar con, a lo menos, dos profesores adicionales, dedicado a aspectos específicos de la enseñanza.
Ahora que se ha extendido la idea de que el empresariado está cada vez más dispuesto a financiar este tipo de trabajo (no solo por las rebajas de impuestos con que el Estado impulsa las donaciones en favor del arte, sino a causa de un nuevo genuino involucramiento con la comunidad), conviene invitar a las empresas pidiéndoles que incorporen a un voluntario de la empresa en labores directivas, de gestión o producción del taller, según sean los intereses y habilidades disponibles. Ese trabajo concreto de un representante de la empresa puede ser interpretado como una nueva forma de retribución por los aportes de esta. ¿Podría una empresa que tenga sus instalaciones en la comuna aportar 16 mil dólares al año para mantener este taller, que llevaría el nombre de la empresa y contaría con un representante en el directorio del Taller? Bueno, esto último lo planteo, aunque pueda parecer el desvarío habitual provocado por el entusiasmo.
Si conseguir financiamiento parece difícil, hay otro requerimiento que impone exigencias. Se trata de la forma de conseguir gente de teatro que apoye está iniciativa del modo que nos interesa. Si resulta difícil no es por una falta de preparación técnica, aquello propio de ese oficio, sino, como dije antes, por la tendencia de la gente de teatro a escribir para sus pares y de tratar materias que están lejos de los intereses de la persona común. Esto último, los temas abordados por el teatro, es un asunto que debe ser conversado.
Por ahora no hago más que recoger las opiniones recibidas en la conversación cotidiana, según las cuales los teatristas han abandonado las temáticas universales, cambiándolas por otras que interesan a minorías o a grupos de estudios específicos. Como ejemplo, me enviaron las frases que describen obras que se ofrecen por estos días en Santiago: «La inevitable interconectividad que hay en todo lo que nos rodea.», «En toda alma hay una marca oscura que es necesario ocultar», «una reflexión sobre el proceso creativo, formas, discursos, estéticas», etc. ¿Por qué las obras ya no hablan de la amistad, la muerte, la traición, el amor, la venganza, la avaricia?, preguntas que me parece válidas. Pienso en obras chilenas más o menos recientes, como «Monogamia», de Marco Antonio de la Parra o en «Das Kapital», de Benjamín Galemiri, donde se despliegan hechos de la vida cotidiana para emocionarse y reflexionar con humor y natural profundidad acerca de ellos. Para más abundar, recordemos obras reconocidas en todo el mundo, como son “La muerte de un vendedor viajero”, de Arthur Miller, o “Doce hombres en pugna”, de Reginald Rose.
Por otra parte, es comprensible que todo artista desee mostrar una producción artística e intelectual que supere a la de sus pares y le permita conseguir un buen sitial, ganar un prestigio. Sin embargo, pareciera que se corre el riesgo de una desconexión de las necesidades del público común, más todavía en comunidades donde no hay una práctica artística regular.
En una comunidad sin tradición teatral tampoco puede haber cabida para el arte comprometido, mayoritario en las carteleras del país en las últimas décadas. Repetimos una idea que no es nuestra, sino de consagrados autores de distintas épocas: cuando el artista requiere absoluta libertad para crear, el arte comprometido le quita esa libertad, pues lo obliga a callar aquello que no contribuye a la causa que promueve y a exaltar falsamente lo que la ayuda, sin importar si se trata de una falsedad.
Pareciera, entonces, de suma importancia iniciar el intercambio de ideas acerca de los temas a abordar con el teatro que se desarrolle en Paine.
Hasta aquí esta propuesta asentada en el optimismo y deseos de progreso cultural para Paine.
Sería ideal aprovechar el periodo de vacaciones que se inicia para conocer otras ideas, de modo que se pueda comenzar marzo con un plan de trabajo afinado.
Reiteramos las felicitaciones por lo realizado en el 2022.
¡Que viva el teatro!
Rodolfo Silva Corporación Cultural Nuevo Horizonte – Paine Enero de 2023
Asistimos a fines de mayo a un magnífico concierto ofrecido por la Orquesta de Cámara San Miguel en el Salón de Honor de la Universidad Tecnológica Metropolitana, en Santiago.
Bajo la batuta del Director Invitado Pablo Browne (cuyo padre, Eduardo, el prestigioso director, estaba entre el público), el programa comenzó con la «Sinfonía para cuerdas No. 3 en Mi Menor», de Félix Mendelssohn, obra que permitió enterarse de la sólida postura de una orquesta de dieciocho músicos donde destaca la diestra participación de cellos y contrabajos.
Creada en 2014 a partir de la Orquesta Sinfónica Juvenil de San Miguel, la Orquesta de Cámara San Miguel está conformada por jóvenes músicos que continuaron sus estudios en las principales escuelas de música del país.
Vino después el «Preludio, Tristán e Isolda», de Richard Wagner, en una adaptación para orquesta de cuerdas hecha por Sebastián Gürtler en 1970. Llamó la atención en este caso la forma con que la orquesta mostró un muy buen manejo del tempo, uno de los elementos decisivos a la hora de interpretar esa bellísima obra.
Escuchar estas dos obras de poco frecuente interpretación en nuestro país hizo pensar que valió la pena viajar desde Paine a Santiago para asistir a un concierto que se ofrecía un viernes en la tarde en medio de protestas y alteraciones del tránsito a pocas calles de la sala de concierto.
La presentación que siguió, el «Concierto para piano No. 1 en Mi Menor», de Frédéric Chopin, a cargo del pianista Felipe Latorre, superó toda expectativa para la tarde. Si bien Felipe Latorre no es un novato, puesto que lo hemos escuchado durante los últimos años en un intenso trabajo, llama la atención que se haya atrevido a abordar una obra interpretada habitualmente por pianistas muy experimentados.
A pesar de ser un pianista joven, la ejecución fue honda, seria y sin extravagancias, ajustada, pienso ahora, a su temperamento personal, lo que terminó engrandeciendo el segundo de los únicos dos conciertos para piano y orquesta que escribió Chopin.
Resulta inevitable en este caso referirse al entorno del concierto, donde destacan la sala y el piano que usó Latorre. El Salón de Honor de la Universidad Tecnológica Metropolitana fue originalmente una capilla de estilo neogótico encargada por la Congregación de las Hermanas de la Caridad al arquitecto de origen francés Eugène Joannon Crozier, quien realizó diversos proyectos en Chile, sobre todo iglesias. Terminada en 1903, la construcción tiene la categoría de “Inmueble de Interés Histórico y Artístico”. El piano, alojado en el Salón de Honor de la Universidad Tecnológica Metropolitana, fue construido, según su número de serie y diseño, entre 1880 y 1890, en la Casa Rönisch, creada por Carl Rönisch, proveedor oficial de la corte de los reinos de Sajonia, Suecia-Noruega y Austria-Hungría.
Una vez más la Municipalidad de San Bernardo invita a los artistas de San Bernardo, Paine, Buin y Calera de Tango a participar en este importante y tradicional concurso.
Recordamos que han sido varios los paininos que han sido galardonados en los últimos años.
La recepción de las obra se extenderá hasta el día 9 de septiembre de 2022.
A continuación, las bases del Concurso.
BASES 12° CONCURSO PROVINCIAL DE ARTES VISUALES
– SAN BERNARDO 2022 –
La Ilustre Municipalidad de San Bernardo, a través de su Departamento de Cultura y Turismo de la Dirección de Desarrollo Comunitario, convoca al “12° PREMIO PROVINCIAL DE ARTES VISUALES” que involucra las comunas de San Bernardo, Calera de Tango, Buin y Paine.
INTRODUCCIÓN
La Ilustre Municipalidad de San Bernardo, a través del Departamento de Cultura y Turismo de la Dirección de Desarrollo Comunitario, con el objeto de reconocer la trayectoria de artistas y creadores que cultivan y comparten su arte a la comunidad, ha creado el “Premio Provincial de Artes Visuales”.
En esta 12° versión – año 2022 – las disciplinas son las siguientes: Pintura, escultura y fotografía.
ARTÍCULO PRIMERO
“SOBRE LAS OBRAS”
Las obras para el “12° Premio Provincial de Artes Visuales” deberán ser originales, no haber sido expuestas ni haber concursado en otros certámenes similares. Esta condición debe ser respaldada con una declaración jurada simple, presentada por el participante.
Disciplinas: Pintura, Escultura, Fotografía
ARTÍCULO SEGUNDO
“FORMATO Y PRESENTACIÓN DE LAS OBRAS”
PINTURA
Formato: Desde 40 x 45 cm. hasta 1 m x 1 m, en cualquier soporte y preparados para ser expuestos. Técnicas: Óleo, mixta, acuarela, pastel, aguadas de tinta, dibujos. Estas últimas 4, debidamente enmarcadas con vidrio.
ESCULTURA
Dimensiones: Desde 30 x 30 x 30 cm. hasta 1m x 1m x 1m aproximado. Materiales definitivos: Madera, metal, piedra, acero o mixto, con sus debidos soportes o plintos.
FOTOGRAFÍA
Dimensiones: Formato mínimo 30 x 45 cm. en papel brillante o mate (enmarcadas para ser expuestas) Técnica: Digital- Análoga más respaldo digital en JPG.
ARTÍCULO TERCERO
“TEMA DE LA OBRA”
El tema para todas las disciplinas es libre.
ARTÍCULO CUARTO
“DE LOS Y LAS PARTICIPANTES”
Podrán postular al “12° PREMIO PROVINCIAL DE ARTES VISUALES” de la Ilustre Municipalidad de San Bernardo, aquellas personas que vivan, trabajen o estudien en la Provincia del Maipo.
El o la participante deberá acreditar su condición de tal, con un debido certificado original de residencia, trabajo o estudios de su respectivo lugar de trabajo o establecimiento educacional.
Las y los funcionarios municipales que trabajen en el Departamento Cultura y Turismo de la Ilustre Municipalidad de San Bernardo, o que estén vinculados laboralmente con dicho Departamento, no podrán participar del certamen. Esto incluye plantas, contrata y honorarios.
Las y los funcionarios de otras municipalidades podrán participar sin restricción de ninguna especie.
El autor podrá postular sólo una obra, en una sola disciplina, que podrá ser presentada por el autor o un representante.
CALENDARIO DEL CONCURSO
Entrega de bases: Desde el 10 de junio al 11 de julio 2022.
Recepción de obras: Desde el 10 de agosto al 09 de septiembre 2022.
Determinación de galardonados: 13 de octubre de 2022.
Publicación de galardonados: 14 de octubre de 2022.
Premiación: 20 de octubre 2022.
“SOBRE LA RECEPCIÓN DE LAS OBRAS”
Las obras serán recibidas en el Departamento de Cultura y Turismo de la Ilustre Municipalidad de San Bernardo, ubicado en Avenida América, N° 504, San Bernardo – de lunes a viernes de 09:00 a 14:00 y de 15:00 a 17:00 horas.
Las obras participantes deberán ser acompañadas de un sobre donde deberá indicarse:
– En la parte exterior del sobre, el nombre de la obra y en la parte interior, debidamente cerrado, el nombre completo del autor o autora de la obra; su domicilio, correo electrónico, teléfono, breve reseña del artista (máximo 10 líneas), certificado que acredite que el autor vive, trabaja o estudia en la Provincia del Maipo. Dicha acreditación podrá realizarse mediante un certificado de residencia original, certificado de trabajo o certificado de estudios.
– La no presentación de dicho certificado declarará inadmisible a la obra.
Nota: La obra concursante debe llevar el nombre de la obra al reverso
Las obras galardonadas pasarán a formar parte del patrimonio de la Casa de la Cultura de San Bernardo.
Las obras que no sean premiadas deberán ser retiradas en el lugar de recepción (Casa de la Cultura), dentro del plazo de 30 días, después de dirimir el resultado. Pasado ese plazo, el Departamento de Cultura y Turismo de la Ilustre Municipalidad de San Bernardo, no se hará responsable de las obras.
ARTÍCULO QUINTO
“DEL JURADO”
El jurado estará compuesto por:
– El alcalde de la comuna que lo presidirá. La autoridad podrá designar un representante en su lugar.
– Dos artistas pertenecientes a la Apech (Asociación de Pintores y Escultores de Chile) que dicha asociación designará.
– Una o un concejal, miembro de la “Comisión de Cultura”, propuesto por el Honorable Concejo Municipal.
– Un esteta o profesor universitario, nombrado por invitación del encargado o encargada del Departamento de Cultura y Turismo de la I. Municipalidad de San Bernardo.
ARTÍCULO SEXTO
“ELECCIÓN DE GANADORES O GANADORAS”
El jurado cumplirá su cometido día 13 de octubre de 2022 para lo siguiente:
a) Celebrar su sesión constitutiva y revisión de obras.
b) Para discernir los galardonados con el “Premio Provincial de Artes Visuales 2022”
ARTÍCULO SÉPTIMO
“SOBRE LA PREMIACIÓN”
LA PREMIACIÓN SERÁ EL DÍA: 20 de octubre de 2022 El Premio Provincial de Artes Visuales 2022 otorgará premios en cada una de las disciplinas establecidas y las o los ganadores serán acreedores a los siguientes estímulos.
a) Primer lugar, 20 UTM, vigente al mes de octubre de 2022 más diploma.
b) Segundo lugar, 10 UTM, vigente al mes de octubre de 2022 más diploma.
c) Tercer lugar, 5 UTM, vigente al mes de octubre de 2022 más diploma.
El jurado podrá declarar premios desiertos si el nivel de las obras no es acorde a la búsqueda de excelencia del concurso.
También podrá declarar lugares desiertos si se presentaran menos de 3 obras.
Los resultados del concurso se darán a conocer el 14 de octubre 2022 en los medios de comunicación y difusión propios del municipio u otras entidades de la comuna.
Por el sólo hecho de participar en el certamen, los concursantes dan por aceptadas las presentes bases del “12° Concurso Premio Provincial de Artes Visuales 2022”, organizado por el Departamento de Cultura y Turismo de la Ilustre Municipalidad de San Bernardo.
Lo no establecido en las presentes bases será resuelto por el jurado del concurso.
En junio de 2022 retomamos «Se Piensa en Paine», un ciclo de charlas multi temáticas organizado por la Corporación Cultural Nuevo Horizonte de Paine con el que se espera crear un espacio de reflexión acerca de distintos temas de interés cultural.
En esta ocasión se presentó «El pensamiento geopolítico de Aleksander Dugin», a cargo del Historiador Jorge Fuentes.
Aleksander Dugin es en estos días un personaje de sumo interés, tanto por su supuesta relevancia en la guerra entre Rusia y Ucrania, como por su relevante propuesta de una cuarta teoría política, que propone la relevancia de la multipolaridad.
A continuación reproducimos íntegramente esta interesante conferencia.
Composiciones originales de músicos chilenos, tres estilos distintos del flamenco, tres experimentados músicos. Esos argumentos bastan para describir una cita musical de gran valor. Así fue el Concierto Dominical en Paine realizado el pasado 5 de junio.
FRANCISCO GARCIA, discípulo del Maestro Carlos Ledermann y estudios en España, GUSTAVO LOPEZ, guitarrista y compositor, con estudios formales en Centro de Estudios de Guitarra Flamenca de Carlos Ledermann, además de estudios de composición y armonía y ALEJANDRO CASTRO, guitarrista que ha recorrido la música desde la raíz española hacia una propuesta moderna de fusión que mezcla el rock, la improvisación y las influencias de la música del medio oriente.
Este concierto, el número 53 del ciclo, fue también el primer concierto en el que todos los instrumentos fueron amplificados. (Los instrumentos sinfónicos habituales en estos conciertos no requieren amplificación). El resultado fue muy bueno, inaugurándose así un nuevo recurso para el Concierto Dominical: la amplificación del sonido en el teatro de Paine. Agradecemos a Manuel Cortez, técnico del teatro, su profesionalismo y buena disposición.
El hecho ocurrió en el mes de febrero de 1969, al norte de Boston, en Cambridge. No lo escribí inmediatamente porque mi primer propósito fue olvidarlo, para no perder la razón. Ahora, en 1972, pienso que si lo escribo, los otros lo leerán como un cuento y, con los años, lo será tal vez para mí.
Sé que fue casi atroz mientras duró y más aún durante las desveladas noches que lo siguieron. Ello no significa que su relato pueda conmover a un tercero.
Serían las diez de la mañana. Yo estaba recostado en un banco, frente al río Charles. A unos quinientos metros a mi derecha había un alto edificio, cuyo nombre no supe nunca. El agua gris acarreaba largos trozos de hielo. Inevitablemente, el río hizo que yo pensara en el tiempo. La milenaria imagen de Heráclito. Yo había dormido bien; mi clase de la tarde anterior había logrado, creo, interesar a los alumnos. No había un alma a la vista.
Sentí de golpe la impresión (que según los psicólogos corresponde a los estados de fatiga) de haber vivido ya aquel momento. En la otra punta de mi banco alguien se había sentado. Yo hubiera preferido estar solo, pero no quise levantarme en seguida, para no mostrarme incivil. El otro se había puesto a silbar. Fue entonces cuando ocurrió la primera de las muchas zozobras de esa mañana. Lo que silbaba, lo que trataba de silbar (nunca he sido muy entonado), era el estilo criollo de La tapera de Elías Regules. El estilo me retrajo a un patio, que ha desaparecido, y a la memoria de Álvaro Melián Lafinur, que hace tantos años ha muerto. Luego vinieron las palabras. Eran las de la décima del principio. La voz no era la de Álvaro, pero quería parecerse a la de Álvaro. La reconocí con horror.
Me le acerqué y le dije:
—Señor, ¿usted es oriental o argentino?
—Argentino, pero desde el catorce vivo en Ginebra—fue la contestación.
Hubo un silencio largo. Le pregunté:
—¿En el número diecisiete de Malagnou, frente a la iglesia rusa?
Me contestó que sí.
—En tal caso—le dije resueltamente—usted se llama Jorge Luis Borges. Yo también soy Jorge Luis Borges. Estamos en 1969, en la ciudad de Cambridge.
—No—me respondió con mi propia voz un poco lejana.
Al cabo de un tiempo insistió:
—Yo estoy aquí en Ginebra, en un banco, a unos pasos del Ródano. Lo raro es que nos parecemos, pero usted es mucho mayor, con la cabeza gris.
Yo le contesté:
—Puedo probarte que no miento. Voy a decirte cosas que no puede saber un desconocido. En casa hay un mate de plata con un pie de serpientes, que trajo del Perú nuestro bisabuelo. También hay una palangana de plata, que pendía del arzón. En el armario de tu cuarto hay dos filas de libros. Los tres volúmenes de Las mil y una noches de Lane con grabados en acero y notas en cuerpo menor entre capítulo y capítulo, el diccionario latino de Quicherat, la Germania de Tácito en latín y en la versión de Gordon, un Don Quijote de la casa Garnier, las Tablas de sangre de Rivera Indarte, con la dedicatoria del autor, el Sartor Resartus de Carlyle, una biografía de Amiel y, escondido detrás de los demás, un libro en rústica sobre las costumbres sexuales de los pueblos balkánicos. No he olvidado tampoco un atardecer en un primer piso de la plaza Dubourg.
—Dufour—corrigió.
—Está bien. Dufour. ¿Te basta con todo eso?
—No—respondió—. Esas pruebas no prueban nada. Si yo lo estoy soñando, es natural que sepa lo que yo sé. Su catálogo prolijo es del todo vano.
La objeción era justa. Le contesté:
—Si esta mañana y este encuentro son sueños, cada uno de los dos tiene que pensar que el soñador es él. Tal vez dejemos de soñar, tal vez no. Nuestra evidente obligación, mientras tanto, es aceptar el sueño, como hemos aceptado el universo y haber sido engendrados y mirar con los ojos y respirar.
—¿Y si el sueño durara?—dijo con ansiedad.
Para tranquilizarlo y tranquilizarme, fingí un aplomo que ciertamente no sentía. Le dije:
—Mi sueño ha durado ya setenta años. Al fin y al cabo, al recordarse, no hay persona que no se encuentre consigo misma. Es lo que nos está pasando ahora, salvo que somos dos. ¿No querés saber algo de mi pasado, que es el porvenir que te espera?
Asintió sin una palabra. Yo proseguí un poco perdido:
—Madre está sana y buena en su casa de Charcas y Maipú, en Buenos Aires, pero padre murió hace unos treinta años. Murió del corazón. Lo acabó una hemiplejia; la mano izquierda puesta sobre la mano derecha era como la mano de un niño sobre la mano de un gigante. Murió con impaciencia de morir, pero sin una queja. Nuestra abuela había muerto en la misma casa. Unos días antes del fin, nos llamó a todos y nos dijo: “Soy una mujer muy vieja, que está muriéndose muy despacio. Que nadie se alborote por una cosa tan común y corriente”. Norah, tu hermana, se casó y tiene dos hijos. A propósito, en casa, ¿cómo están?
—Bien. Padre siempre con sus bromas contra la fe. Anoche dijo que Jesús era como los gauchos, que no quieren comprometerse, y que por eso predicaba en parábolas.
Vaciló y me dijo:
—¿Y usted?
—No sé la cifra de los libros que escribirás, pero sé que son demasiados. Escribirás poesías que te darán un agrado no compartido y cuentos de índole fantástica. Darás clases como tu padre y como tantos otros de nuestra sangre.
Me agradó que nada me preguntara sobre el fracaso o éxito de los libros. Cambié de tono y proseguí:
—En lo que se refiere a la historia… Hubo otra guerra, casi entre los mismos antagonistas. Francia no tardó en capitular; Inglaterra y América libraron contra un dictador alemán, que se llamaba Hitler, la cíclica batalla de Waterloo. Buenos Aires, hacia mil novecientos cuarenta y seis, engendró otro Rosas, bastante parecido a nuestro pariente. El cincuenta y cinco, la provincia de Córdoba nos salvó, como antes Entre Ríos. Ahora, las cosas andan mal. Rusia está apoderándose del planeta; América, trabada por la superstición de la democracia, no se resuelve a ser un imperio. Cada día que pasa nuestro país es más provinciano. Más provinciano y más engreído, como si cerrara los ojos. No me sorprendería que la enseñanza del latín fuera reemplazada por la del guaraní.
Noté que apenas me prestaba atención. El miedo elemental de lo imposible y sin embargo cierto lo amilanaba. Yo, que no he sido padre, sentí por ese pobre muchacho, más íntimo que un hijo de mi carne, una oleada de amor. Vi que apretaba entre las manos un libro. Le pregunté qué era.
—Los poseídos o, según creo, Los demonios de Fyodor Dostoievski—me replicó no sin vanidad.
—Se me ha desdibujado. ¿Qué tal es?
No bien lo dije, sentí que la pregunta era una blasfemia.
—El maestro ruso—dictaminó—ha penetrado más que nadie en los laberintos del alma eslava.
Esa tentativa retórica me pareció una prueba de que se había serenado.
Le pregunté qué otros volúmenes del maestro había recorrido. Enumeró dos o tres, entre ellos El doble.
Le pregunté si al leerlos distinguía bien los personajes, como en el caso de Joseph Conrad, y si pensaba proseguir el examen de la obra completa.
—La verdad es que no—me respondió con cierta sorpresa.
Le pregunté qué estaba escribiendo y me dijo que preparaba un libro de versos que se titularía Los himnos rojos. También había pensado en Los ritmos rojos.
—¿Por qué no?—le dije—. Podés alegar buenos antecedentes. El verso azul de Rubén Darío y la canción gris de Verlaine.
Sin hacerme caso, me aclaró que su libro cantaría la fraternidad de todos los hombres.
El poeta de nuestro tiempo no puede dar la espalda a su época.
Me quedé pensando y le pregunté si verdaderamente se sentía hermano de todos. Por ejemplo, de todos los empresarios de pompas fúnebres, de todos los carteros, de todos los buzos, de todos los que viven en la acera de los números pares, de todos los afónicos, etcétera. Me dijo que su libro se refería a la gran masa de los oprimidos y parias.
—Tu masa de oprimidos y de parias—le contesté—no es más que una abstracción.
Sólo los individuos existen, si es que existe alguien. El hombre de ayer no es el hombre de hoy sentenció algún griego. Nosotros dos, en este banco de Ginebra o de Cambridge, somos tal vez la prueba.
Salvo en las severas páginas de la Historia, los hechos memorables prescinden de frases memorables. Un hombre a punto de morir quiere acordarse de un grabado entrevisto en la infancia; los soldados que están por entrar en la batalla hablan del barro o del sargento. Nuestra situación era única y, francamente, no estábamos preparados. Hablamos, fatalmente, de letras; temo no haber dicho otras cosas que las que suelo decir a los periodistas. Mi alter ego creía en la invención o descubrimiento de metáforas nuevas; yo en las que corresponden a afinidades íntimas y notorias y que nuestra imaginación ya ha aceptado. La vejez de los hombres y el ocaso, los sueños y la vida, el correr del tiempo y del agua. Le expuse esta opinión, que expondría en un libro años después.
Casi no me escuchaba. De pronto dijo:
—Si usted ha sido yo, ¿cómo explicar que haya olvidado su encuentro con un señor de edad que en 1918 le dijo que él también era Borges?
No había pensado en esa dificultad. Le respondí sin convicción:
—Tal vez el hecho fue tan extraño que traté de olvidarlo.
Aventuró una tímida pregunta:
—¿Cómo anda su memoria? Comprendí que para un muchacho que no había cumplido veinte años, un hombre de más de setenta era casi un muerto. Le contesté:
—Suele parecerse al olvido, pero todavía encuentra lo que le encargan. Estudio anglosajón y no soy el último de la clase.
Nuestra conversación ya había durado demasiado para ser la de un sueño.
Una brusca idea se me ocurrió.
—Yo te puedo probar inmediatamente—le dije—que no estás soñando conmigo. Oí bien este verso, que no has leído nunca, que yo recuerde.
Lentamente entoné la famosa línea:
L’hydre—univers tordant son corps écaillé d’astres.
Sentí su casi temeroso estupor. Lo repitió en voz baja, saboreando cada resplandeciente palabra.
—Es verdad—balbuceó—. Yo no podré nunca escribir una línea como ésa. Hugo nos había unido.
Antes, él había repetido con fervor, ahora lo recuerdo, aquella breve pieza en que Walt Whitman rememora una compartida noche ante el mar, en que fue realmente feliz.
—Si Whitman la ha cantado—observé—es porque la deseaba y no sucedió. El poema gana si adivinamos que es la manifestación de un anhelo, no la historia de un hecho.
Se quedó mirándome.
—Usted no lo conoce—exclamó—. Whitman es incapaz de mentir.
Medio siglo no pasa en vano. Bajo nuestra conversación de personas de miscelánea lectura y gustos diversos, comprendí que no podíamos entendernos. Éramos demasiado distintos y demasiado parecidos. No podíamos engañarnos, lo cual hace difícil el diálogo. Cada uno de los dos era el remedo caricaturesco del otro. La situación era harto anormal para durar mucho más tiempo. Aconsejar o discutir era inútil, porque su inevitable destino era ser el que soy.
De pronto recordé una fantasía de Coleridge. Alguien sueña que cruza el paraíso y le dan como prueba una flor. Al despertarse, ahí está la flor.
Se me ocurrió un artificio análogo.
—Oí—le dije—, ¿tenés algún dinero?
—Sí—me replicó—. Tengo unos veinte francos. Esta noche lo convidé a Simón Jichlinski en el Crocodile.
—Dile a Simón que ejercerá la medicina en Carouge y que hará mucho bien… ahora, me das una de tus monedas.
Sacó tres escudos de plata y unas piezas menores. Sin comprender me ofreció uno de los primeros.
Yo le tendí uno de esos imprudentes billetes americanos que tienen muy diverso valor y el mismo tamaño. Lo examinó con avidez.
—No puede ser—gritó—. Lleva la fecha de mil novecientos setenta y cuatro.
(Meses después alguien me dijo que los billetes de banco no llevan fecha.)
—Todo esto es un milagro—alcanzó a decir—y lo milagroso da miedo. Quienes fueron testigos de la resurrección de Lázaro habrán quedado horrorizados.
No hemos cambiado nada, pensé. Siempre las referencias librescas.
Hizo pedazos el billete y guardó la moneda.
Yo resolví tirarla al río. El arco del escudo de plata perdiéndose en el río de plata hubiera conferido a mi historia una imagen vívida, pero la suerte no lo quiso.
Respondí que lo sobrenatural, si ocurre dos veces, deja de ser aterrador. Le propuse que nos viéramos al día siguiente, en ese mismo banco que está en dos tiempos y en dos
sitios.
Asintió en el acto y me dijo, sin mirar el reloj, que se le había hecho tarde. Los dos mentíamos y cada cual sabía que su interlocutor estaba mintiendo. Le dije que iban a venir a buscarme.
—¿A buscarlo?—me interrogó.
—Sí. Cuando alcances mi edad habrás perdido casi por completo la vista. Verás el color amarillo y sombras y luces. No te preocupes. La ceguera gradual no es una cosa trágica. Es como un lento atardecer de verano.
Nos despedimos sin habernos tocado. Al día siguiente no fui. El otro tampoco habrá ido.
He cavilado mucho sobre este encuentro, que no he contado a nadie. Creo haber descubierto la clave. El encuentro fue real, pero el otro conversó conmigo en un sueño y fue así que pudo olvidarme; yo conversé con él en la vigilia y todavía me atormenta el recuerdo.
El otro me soñó, pero no me soñó rigurosamente. Soñó, ahora lo entiendo, la imposible fecha en el dólar.
Jorge Francisco Isidoro Luis Borges (Buenos Aires, 24 de agosto de 1899-Ginebra, 14 de junio de 1986), más conocido como Jorge Luis Borges, fue un destacado escritor de cuentos, poemas y ensayos argentino, extensamente considerado una figura clave tanto para la literatura en habla hispana como para la literatura universal.
También fue bibliotecario, profesor, conferencista y traductor. Sus dos libros más conocidos, Ficciones y El Aleph, publicados en los años cuarenta, son recopilaciones de cuentos conectados por temas comunes de forma fantástica, como los sueños, los laberintos, las bibliotecas, los espejos, los autores ficticios y las mitologías europeas (como la griega y la nórdica), con argumentos que exploran ideas filosóficas relacionadas, por ejemplo, con la memoria, la eternidad, la posmodernidad y la metaficción. Las obras de Borges han contribuido ampliamente a la literatura filosófica, al género fantástico y al posestructuralismo. Según numerosos críticos, el comienzo del realismo mágico en la literatura hispanoamericana del siglo XX se debe en gran parte a su obra.