A los 91 años fallece el poeta y escritor Pablo Guiñez.

Partió uno de los últimos poetas vivos de la “Generación del 50”, profesor destacado y autor de una poesía que dio nueva vida a la literatura chilena.

Dejamos en la voz de su hijo Coke, amigo y colaborador de la CCNH Paine, un relato de la vida de don Pablo.

El poeta y escritor Pablo Guiñez, mi padre, era oriundo de Purén, villorrio de la Araucanía, al que sus abuelos llegaron en 1880, y donde tenían un campo en el que él viviría algunos años conviviendo con lingues , pataguas, pumas y digüeñes, y donde el Mapudungun era una lengua compartida por los niños de la zona, cuyos abuelos venían de Italia, el País Vasco y Alemania, además de otras provincias de nuestro país, como mis antepasados paternos, por ejemplo, quienes también tenían campo en Chillán, de donde eran sus raíces ancestrales. Allí, en esa hacienda mi padre pasó también algunos años de su pubertad para ingresar luego al Regimiento de Caballería de Concepción, donde se distinguiría por sus dotes de jinete, y luego a la Escuela Normal de Victoria, de donde egresaría, con medianas calificaciones, con el título de Profesor Primario, en 1948. Atrás quedarían entonces, la casa y la familia compuesta por su padre, la madre, un tío músico y sus ocho primas con quienes convivió durante algunos años en la casa del pueblo, y donde tuvo la gracia de convivir además con el arte y la Literatura y principalmente con la música en las tertulias organizadas por los mayores, pues su tío tenía amistad con Claudio Arrau, y otras personalidades que frecuentaban su hogar. Mi abuela por su parte, mujer de carácter y de gran gusto por la lectura, y uno de sus tíos paternos ejercerían sobremanera una fuerte influencia en su formación de escritor, siendo mi abuelo un lector infatigable y voraz. Después vendría el tiempo de ejercer la Docencia, razón por la que se radicaría en Peñaflor, pueblo del antiguo Departamento de Talagante, donde conoce a mi madre, Titicita González Garrido, cuya familia, radicada en la capital desde 1940, era conocida en el lugar.

Fue así entonces, como mi padre, habiendo pasado sus primeros años en casa de Juvencio Valle, en la calle Eliecer Parada, en Ñuñoa, conoce a Ángel Cruchaga, Pablo Neruda y otras personalidades de la Literatura; estableciéndose luego, ya casado, junto a mi madre, en una antigua casa de la calle Marcoleta, donde en una noche de invierno recibe la visita de un joven poeta que venía llegando de Lautaro, del sur. Se llamaba Jorge Teillier. Hicieron muy buenas migas, y el poeta de los trenes fue durante esa época parte de la casa. También ocurrió lo mismo con otro joven poeta provinciano como mi padre, que traía la lluvia en sus manos. Se llamaba Pedro Lastra.

Después mis padres se radicarían por varios años en el pueblo natal de mi madre, donde con posterioridad nacerían parte de los hijos. Allí, en una antigua y hermosa quinta, se reunían varios de los escritores y artistas de la época, cómo Hugo Goldsack, y su mujer, Irma Astorga; Nicomedes Guzmán; Enrique Lihn, Luis Vulliamy; Jorge Teillier; Stella Díaz, Cristian Huneeus y su mujer ; Miguel Morales Fuentes, Mario Ferrero y varios otros.

En 1952 publica su primer libro de poemas titulado “Miraje Solitario”, para posteriormente, en medio de una fructífera labor poética, hacerse merecedor del reconocimiento de la crítica, que lo ubicó, con la desaprobación de mucho de sus pares que vieron en él, en su obra, una verdadera amenaza para conseguir un ascenso en la difícil y competitiva carrera del éxito, que reconozcámoslo o no, está íntimamente ligada a la política, a las camarillas literarias y culturales y a los poderes fácticos que levantan o silencian a un escritor. Fueron sin embargo, los más distinguidos críticos de entonces, entre ellos, Ricardo Latcham, Eleazar Huerta, Hernán Del Solar, Fidel Araneda Bravo y Homero Bascuñán, quienes dedicaron a su obra laureadas palabras en la prensa, siendo apadrinado por Nicomedes Guzmán, quien refiriéndose a su obra dijo:

Pablo tiene un valor conceptual único, ausencia de imágenes demasiado trabajadas, instinto lírico que trasciende en una expresión serena, transparente y cordial.

 

Aristóteles España dice de él:

Otra de las particularidades de su propuesta lírica es el juego. En todos sus poemas se siente un aire de alegría por conversar con las palabras. Los adjetivos, los adverbios, todo está donde debe estar. La misma construcción de los escenarios del poema. Es un artesano que conoce su oficio, lo domina, por lo tanto, las lecturas de su vida aparecen nítidas y resplandecientes, sin que se noten las influencias; al contrario, incorpora a su acervo la poesía nórdica, la poesía lárica, pero sin el hálito teilleriano. Aparecen otras cosmogonías, otros refugios, otros pueblos perdidos en otras latitudes. Junto a Gonzalo Rojas y Neruda, es el único autor chileno que tiene uno de los mejores poemas a las piedras reales y metafísicas;

las piedras rodeadas de hojas,
de ancianas con ojos de pajaritos,
con cáscaras y manos que sostienen el aire del universo.
dice en su poema “Transparencia”.

Dueño de una honda percepción, dotado de una luminosa capacidad lingüística, propias de los solitarios, la obra de mi padre, se hizo acreedora de varios premios y reconocimientos de algunos escritores y académicos que, no obstante el silencio en que lo catapultaron, vieron en él un recio protagonista de la gran Literatura del siglo XX.

En la década del Sesenta , ya casado con mi madre, Doña Carmen González Garrido, y radicado en Peñaflor, de donde ella era natural, mi padre ingresa al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, del que egresa para ejercer la docencia en aulas secundarias y en el claustro universitario, trabajando también en la Investigación y elaboración de proyectos educacionales.

 

Autor de una vasta obra, ha publicado:

Miraje Solitario
Afonía Total
Ocho Poemas para una Ventana
Fundación de las Aguas
Territorio Celeste
Canción Lenta en Tiempo de Balada
La Rosa Devorada.

 

En su condición de docente, fue creador del Instituto Bata, de Peñaflor, y fundador del Liceo Nocturno de Peñaflor, además del Liceo Politécnico de Rengo; desarrollando asimismo, en lo estrictamente literario una fructífera labor de creador de talleres y movimientos literarios, siendo fundador, en 1973, del Grupo Fraternidad del Agua, secundado por los poetas Paz Molina, Isabel Velasco, Fernando Zevallos y Francisco Medina Cárdenas; y Director de la Sociedad de Escritores de Chile, institución a la que ingreso en tiempos en que la Casa del Escritor era dirigida por los insignes Tomas Chazal y Jaime Eyzaguirre, en la década del Cincuenta, época en la que se granjeo la amistad de Juan Guzmán, Jacobo Danke, María Luisa Bombal, Luis Durand, Diego Duble, Pablo Neruda, Daniel Belmar, Irma Astorga, Hugo Goldsack , Rosa Cruchaga, Olga Acevedo, Luis Merino Reyes, Fernando Alegría, Teófilo Cid, Benjamín Subercaseaux, Angel Cruchaga, Nicomedes Guzmán, José Santos González Vera, Diego Muñoz y Juvencio Valle, en cuya casa, en calle Eliecer Parada, en Ñuñoa, conoció en un homenaje hecho a su promisoria creación, a Pablo Neruda, quien le apoda cariñosamente Purén, haciendo alusión a su pueblo de origen, y ofreciéndole una beca en Francia y la posibilidad de hospedarse en casa de Picasso, ofrecimiento que mi padre no considera puesto que en su calidad de maestro, le interesaba sobremanera enseñar a leer a los niños de la patria que tanto lo necesitaban.

El poeta Pablo Guiñez en uno de los últimos homenajes que se le brindó, en la Biblioteca Nacional.

Su obra, finalmente, fue reconocida al ser postulada, aunque sin éxito, en dos ocasiones, al Premio Nacional de Literatura.

Hoy, en medio de la soledad y el silencio, ha fallecido mi padre, poco después de cumplir 91 años.

Hasta ese día él y David Rosemann, eran los mayores de los poetas chilenos vivos, y los únicos sobrevivientes de su generación, y yo, en calidad de su hijo, doy gracias a Dios, por tenerlo a nuestro lado.

Coke Fernández de Guiñez González