El escepticismo respecto del poder de la razón para alcanzar el conocimiento y la felicidad. En este sentido, Fausto encarna la desilusión del intelectual ilustrado.
La famosa obra musical escrita para voz orquesta y coro, por Héctor Berlioz y titulada “La Condenación de Fausto”, estrenada en París en el año 1846, es una obra concebida para ser tocada y cantada en versión de concierto, aunque años después de la muerte del compositor se la haya representado, en ocasiones, en versiones escénicas de ópera y de ballet. Es, por lo tanto, una obra situada entre la ópera y la sinfonía coral.
Berlioz la había subtitulado como “Légende dramatique en quatre parties”.
Con la ayuda de dos amigos músicos adaptó la traducción al francés de la obra Fausto, que Goethe había escrito y publicado en lengua alemana en el primer cuarto del siglo XIX.
A los 24 años, Héctor Berlioz leyó la traducción de Gérard de Nerval de Fausto en su primera parte, quedando fascinado con la historia e identificado con el personaje, un ser con profundas ansias de trascendencia y torturado por el amor. Comenzó a componer música para ciertas partes del poema. Fueron en total ocho escenas que no contaban la historia completa, sino que buscaban conjurar la atmósfera del poema de Goethe. Esta obra fue publicada en 1829 como «Huit Scènes de Faust» (Ocho Escenas de Fausto), su Opus 1. Sin embargo, no quedando conforme, por considerarla primitiva, quemó todas las copias publicadas.
En los años 1845 y 1846 retomó la idea de dar vida a la obra de Goethe. Caracterizando su obra como una leyenda dramática, hizo además cambios significativos respecto de esta obra. No existe un pacto con el demonio, punto de partida de esta última, sino que el amor es una trampa extorsiva tendida por Mefistófeles. Recién al final de la obra Fausto decide entregar su alma al diablo para que Margarita pueda alcanzar el paraíso.
Pero vayamos a un pequeño resumen de la magistral obra de Goethe para que Ud., mi estimado lector, no piense que estoy haciendo alarde de sabiduría musical y literaria, sino que demostrando que los grandes genios de las artes, en todas sus expresiones, lograron expresar con claridad la naturaleza del hombre con sus miserias y virtudes. Pero para que la idea no se quede en el tintero quiero adelantarle que, tanto la obra original de Goethe como la de Berlioz, más allá de las diferencias, ambas tienen en común el escepticismo respecto del poder de la razón para alcanzar el conocimiento y la felicidad. En este sentido, Fausto encarna la desilusión del intelectual ilustrado.
Pues bien, Johann Wolfgang von Goethe escribió casi toda la parte I y la mayoría de la parte II en verso rimado. Se trata de la obra más famosa de Goethe y está considerada como una de las grandes piezas de la literatura universal.
La trama central de esta tragedia se articula en torno a dos ejes fundamentales. El primero, es la historia de cómo Fausto, fatigado de la vida y decepcionado de la ciencia, hace un pacto con el Diablo, que le devuelve la juventud a cambio de su alma. El segundo, es la historia de amor entre Fausto y Gretchen, también llamada Margarita, que Mefistófeles manipula, de forma que Fausto llegue al homicidio —mata al hermano de su amada— y Gretchen tenga un embarazo indeseado, que le conduce primero al infanticidio y luego a ser ejecutada por asesinar a su hijo.
La historia empieza en el cielo, donde Mefistófeles hace un pacto con Dios: le dice que puede desviar al ser humano favorito de Dios (Fausto), que está esforzándose en aprender todo lo que puede ser conocido, y amañando a su antojo, incluso lejos de propósitos morales.
La siguiente escena tiene lugar en el estudio de Fausto donde el protagonista, desesperado por la insuficiencia del conocimiento religioso, humano y científico, se vuelve hacia la magia para alcanzar el conocimiento infinito. Pero, sin perder el hilo de esta historia, el tema general es cómo la riqueza de conocimiento material acarrea, sin embargo, la miseria moral y espiritual del personaje. No hay límite en su ambición.
Además, Goethe cambia el impulso que mueve a Fausto acercándolo a la brujería. Podría no ser codicia, ni maldad, sino el ansia de saber, el deseo de grandeza, de plenitud, de totalidad, de alcanzar al precio que sea la coronación de sus deseos.
La moraleja que deja la obra será que ese deseo de conocimiento conlleva irremediablemente a la miseria moral.
En la segunda parte de Fausto es donde queda más de manifiesto el interés político de Goethe. Es así, como en la escena que se desarrolla en el palacio imperial, que representa la asamblea del emperador, los cortesanos y Mefistófeles, es cuando este demonio aconseja, dada la lastimosa situación financiera del imperio, poner en marcha la maquinaria de imprimir billetes y lanzar papel moneda a la circulación. A través de esta escena Goethe manifiesta su aversión a los movimientos de masa, a su falta de discernimiento, que no alcanzan a ver la repercusión en la inflación que estas medidas producirán. Goethe no deja de manifestar que el camino está claramente definido por las fuerzas conservadoras, defensores de la verdad, el bien y la belleza.
En otras obras el autor alemán, deja claro su desprecio a los politicastros, incluso tildando a uno con el nombre de Schnaps (“Aguardiente”) quien expone la situación política de una ciudad sitiada, sirviéndose un jarro de leche. “La leche se cuaja y los ricos son la nata agria y debajo se ubica la opulenta clase media acomodada, la que pone azúcar, representando con ello los bienes eclesiástico y la condición de moderados en el acontecer político y dice: ”…Hay que entremezclarlo todo muy bien para que resulte la agridulce leche de la libertad y de la igualdad.”
Goethe, en su sabiduría, nos dio las armas para comprender la naturaleza del hombre político, no hay empacho para dialogar, conversar y llegar a acuerdos con Mefistófeles.
Extracto de publicación original de Osvaldo Rivera Riffo