Orquesta de Cámara San Miguel en UTEM

Asistimos a fines de mayo a un magnífico concierto ofrecido por la Orquesta de Cámara San Miguel en el Salón de Honor de la Universidad Tecnológica Metropolitana, en Santiago.

Bajo la batuta del Director Invitado Pablo Browne (cuyo padre, Eduardo, el prestigioso director, estaba entre el público), el programa comenzó con la «Sinfonía para cuerdas No. 3 en Mi Menor», de Félix Mendelssohn, obra que permitió enterarse de la sólida postura de una orquesta de dieciocho músicos donde destaca la diestra participación de cellos y contrabajos.

Creada en 2014 a partir de la Orquesta Sinfónica Juvenil de San Miguel, la Orquesta de Cámara San Miguel está conformada por jóvenes músicos que continuaron sus estudios en las principales escuelas de música del país.

Vino después el «Preludio, Tristán e Isolda», de Richard Wagner, en una adaptación para orquesta de cuerdas hecha por Sebastián Gürtler en 1970. Llamó la atención en este caso la forma con que la orquesta mostró un muy buen manejo del tempo, uno de los elementos decisivos a la hora de interpretar esa bellísima obra.

Escuchar estas dos obras de poco frecuente interpretación en nuestro país hizo pensar que valió la pena viajar desde Paine a Santiago para asistir a un concierto que se ofrecía un viernes en la tarde en medio de protestas y alteraciones del tránsito a pocas calles de la sala de concierto.

La presentación que siguió, el «Concierto para piano No. 1 en Mi Menor», de Frédéric Chopin, a cargo del pianista Felipe Latorre, superó toda expectativa para la tarde. Si bien Felipe Latorre no es un novato, puesto que lo hemos escuchado durante los últimos años en un intenso trabajo, llama la atención que se haya atrevido a abordar una obra interpretada habitualmente por pianistas muy experimentados.

A pesar de ser un pianista joven, la ejecución fue honda, seria y sin extravagancias, ajustada, pienso ahora, a su temperamento personal, lo que terminó engrandeciendo el segundo de los únicos dos conciertos para piano y orquesta que escribió Chopin.

Resulta inevitable en este caso referirse al entorno del concierto, donde destacan la sala y el piano que usó Latorre. El Salón de Honor de la Universidad Tecnológica Metropolitana fue originalmente una capilla de estilo neogótico encargada por la Congregación de las Hermanas de la Caridad al arquitecto de origen francés Eugène Joannon Crozier, quien realizó diversos proyectos en Chile, sobre todo iglesias. Terminada en 1903, la construcción tiene la categoría de “Inmueble de Interés Histórico y Artístico”. El piano, alojado en el Salón de Honor de la Universidad Tecnológica Metropolitana, fue construido, según su número de serie y diseño, entre 1880 y 1890, en la Casa Rönisch, creada por Carl Rönisch, proveedor oficial de la corte de los reinos de Sajonia, Suecia-Noruega y Austria-Hungría.

Rodolfo Silva
Paine, mayo de 2022