HEROINA SE REVELA EN LA PLAYA

A través de la prensa pudimos enterarnos en estos días de un lamentable accidente ocurrido en una playa del litoral central. Durante el paseo de fin de año de una escuela de Melipilla, una de las profesoras acudió en ayuda de un estudiante que estaba en grave riesgo de ahogarse en el mar. La profesora perdió la vida en medio del oleaje, mientras que el joven estudiante logró salvarse. En cuanto hecho policial, contará este, sin duda, con la aplicación de todos los mecanismos formales disponibles para casos de este tipo: se hará una investigación que identifique responsables y sanciones, al mismo tiempo que se asignarán las indemnizaciones que correspondan. Hay aquí, sin embargo, otro aspecto que merece una reflexión.

Durante el último siglo nuestras vidas han estado regidas por prevenciones y resguardos que buscan pasar los días sin sobresaltos: contratamos seguros, todos los que se pueda para no perder el dinero invertido en nuestros bienes, instalamos cámaras de vigilancia o contratamos guardias para prevenir pérdidas materiales, definimos detallados protocolos de trabajo para evitar accidentes, etc. Nos hemos acostumbrado a vivir y a desear vivir sobre seguro, sin contratiempos. Una costumbre que ciertamente resulta muy satisfactoria porque nos permite llevar una vida cómoda. Hemos perdido, sin embargo, un atributo que a mi parecer está en la esencia del ser humano, un rasgo que lo enriquece y da valor a la cotidianeidad. Se trata del heroísmo. Héroe es quien profesa una moral heroica según la cual el principal valor a defender es el honor, una moral contrapuesta a la vigente, la moral burguesa, aquella donde el valor principal ya no es el honor, sino más bien el bienestar. Héroe es precisamente aquel que actúa sin tener nada seguro, el que actúa impulsado por un ideal superior, uno que no tiene equivalencia en moneda o bien alguno. El héroe se complace en el imprevisto, en la aventura, en la alta apuesta. La historia nos ha heredado nombres y hechos que están grabados en la memoria, desde los héroes griegos a los de nuestra historia patria.

Antígona desobedece porque las leyes humanas no pueden prevalecer sobre las divinas.

En el día a día, sin embargo, pareciera que se tratara de seres imposibles de encontrar y, en consecuencia, nos resulta poco verosímil pensar que nosotros mismos podríamos encarnar uno de ellos. Pero los hay. La profesora Doris Ahumada, de la Escuela Emilia Lascar de Peñaflor, es uno de esos héroes. Señales de ese heroísmo pueden hallarse también en rincones de nuestra memoria, la de épocas escolares, por ejemplo, cuando intuíamos el esfuerzo de los profesores para conseguir que se concretara el paseo a Valparaíso donde conoceríamos el Aquiles, el único barco que abordamos con brillo en los ojos. O en el ajetreo previo a la muestra de baile, el único momento de la vida en que los aplausos nos hicieron pensar que éramos diestros bailarines. Y si estrujamos un poco más los recuerdos, con valentía tendremos que recordar aquella profesora que nos llamó aparte al darse cuenta, en medio de tantos, que no habíamos tenido para comer. Tarea de cada uno es atreverse a recordar esas muestras de heroísmo con que fuimos beneficiados. Porque reconocer el heroísmo nos hace bien, nos conduce a una vida más amable, mejora nuestra convivencia y nos permite preguntarnos si dentro de nosotros hay cabida para ser héroe, aunque sea una vez en la vida.

Rodolfo Silva
Paine, noviembre de 2017